miércoles, 8 de abril de 2020

Magia



Me senté al borde de la acera. Ellos estaban cerca de mí y me miraban con curiosidad. Un cachorrito de perro nos observaba a una distancia prudente mientras se rascaba las pulgas. Miré al perro y le silbé para que viniera a mí pero por más que lo miraba… no había manera. Uno de los niños se sentó a mi lado.

“¿Quieres que haya magia?”

De inmediato contesté que sí. Sacó de uno de sus raídos bolsillos un pañuelo, lo abrió y apareció una pequeña piedra de cal.

“Es una piedra mágica. Sólo tienes que saber dibujar”.

Dibujó un hueso y silbó al perro. Para mi asombro, el cachorro movió la cola y vino hacia nosotros.

“Para hacer magia se necesita saber qué es lo que necesitan los demás. Si se lo das, o les ayudas a conseguirlo, la magia aparece”.

Desde entonces, busco dibujantes que pinten un mundo nuevo. Yo lo intento todas las noches pero no sucede, el mundo no se transforma. He descubierto cuál es la causa. Desde luego, no es que la tiza no sea mágica, es que soy un mal dibujante.

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