Impresionante documento gráfico el ofrecido por el dueño, la dueña o los dueños y dueñas del garito en el cual, conscientes de la pérdida de uno de los grandes logros de la humanidad, la comunicación hablada intentan ir contra corriente y niegan el WI-FI como derecho supremo de las nuevas formas de vida involucionadas para intentar que recuperen esa costumbre antaño habitual hoy en día excepcional.
Creo que lo tienen crudo porque el ser humano ya no habla, más bien rebuzna, muge o bala según las distintas categorías por condicionante social y se apega a la pantallita (sea la que sea) para poder comunicarse, o al menos eso cree, en el nuevo lenguaje universal, La Nada.
Hablar no está de moda, gritar, aspaventarse, gruñir o manipular como locos con un dedito o dos o tres lo que sea sí, eso va bien pero hablar está anticuado, no es chic. No hay nada que decir, nada que contar, nada que descubrir, para eso ya están los mensajes cifrados, los instantes recogidos en pequeños monitores que nos mantienen al día y nos permiten saber en tiempo real el polvo de la tal con el cual, los cuernos del tal-tal con el cual-tal, la diarrea mental de uno y la idiosincrasia efervescente de la otra, la última hostia del colega de turno y el careto de ganso del que tenemos al lado.
Lo de las emociones, los sentimientos, esas pequeñas cosillas que se dicen, se susurran, se aplican desde el intelecto a la voz son chorradas que no sirven para nada, ya se sabe, se supone o se busca en la página tal del buscador cual y así quedas la mar de bien, pero lo de mirar a los ojos, acariciar una mano y decir lo que realmente se piensa es aburrido y no lleva a ningún lado.
¿Hablar? de qué, ¿de lo que nos pasa, sucede o acontece? no mola, puedes disturbar el momento de éxtasis trascendental del último wasapppppppppppp, o ese fogonazo que desprende la última majadería al uso, las palabras surgidas por el momento de estar para expresarse son lanzadas al viento sin ninguna causa aparente y eso molesta.
No sé dónde se encuentra el bar del cartel, me gustaría ir porque sería reconfortante hablar con el camarero, la camarera, el dueño o la dueña, seguro que estaríamos solos y algo saldría o como mucho algún pirado más que pierde el tiempo en esas banalidades como entablar una conversación, interesarse por lo que realmente es importante y nos rodea pero no en las décimas de segundo de un mensaje, sino en los minutos, horas... de unas palabras que surgen de la garganta y llevan la emoción de quien las dice.
Yo soy de hablar, así me va claro, pero al menos observo y disfruto cuando no hablo porque estoy solo sin maquinitas ni WI-FI a los que se empeñan en decir cosas sin hacerlo, una forma como otra cualquiera de escuchar sonidos dispares en esta involución que nos lleva.