domingo, 25 de febrero de 2018

Lo Particular De Una Jornada



Hacía tiempo que no retomaba el gusto por una tarde de Música compartida. Antaño, en mi querida Augusta Emérita, los amigos llenábamos horas y horas de sonidos alrededor de un viejo aparato compacto y muchas ilusiones.

Elegir el vinilo, hacerlo deslizar por los dedos mientras uno cualquiera de los asistentes tomaba la carátula era el inicio de la Magia, ese momento que precedía al primer golpe de la batería, las seis cuerdas rasgando el silencio o una voz que te encogía el alma.

Hacía mucho, digo bien, que no me salía una jornada particular, o particularmente hecha para que de nuevo me pusiera delante de mis viejos amigos y fuesen llenando las horas de eso que contienen entre sus surcos y que llamamos Música, esencia, vida.

La excusa podía haber sido cualquiera para hacerlo en el momento más inesperado y porque sí, pero la soledad no encaja con unas horas en las que a la Música le acompañan las palabras, charlando sobre el disco que se coloca en el tocadiscos, el tema que se va a elegir, esa portada mítica que lo sustenta.

Por eso, la llegada de una querida Amiga a nuestra casa, amante de los sonidos y lo eterno como nosotros, nos dio de nuevo la oportunidad de retomar esa vieja costumbre que me ha hecho ser un poco más durante tantos años de mi vida.


No hace falta mucho para que la Magia estalle, y en este caso todo estaba en su lugar, mi Amor y su eterna mirada hacia el mundo, Mª Paz y su rostro expectante, los viejos amigos latiendo como antaño y mis manos esperando para hacerlos venir de nuevo.


En esta ocasión había mucho que celebrar, además de la reunión en casa, durante unos meses quiero dedicar a mis viejos discos parte de ese alma que aún puedo considerar menos mediocre gracias a ellos, y como se han atrevido a estar conmigo durante 40 maravillosos y largos años, me propuse acariciar a los que me hicieron crecer desde la adolescencia a la juventud, y armándome de valor volví a mis recuerdos de catorce y quince años, cuando todo brillaba y vivir era un placer cada segundo.

A partir de aquí fue tan fácil como esperado, tan maravillosamente visceral como emotivo; los recuerdos fluían a una velocidad de vértigo, mis amigos, la casa de mis padres, los momentos de charlas y palabras envalentonadas por una edad única, el descubrimiento de lo eterno en segundos efímeros y sobre todo la Música, esa fiel compañera, amiga y amante que aún hoy besa a este viejo que ya no es capaz de creer en nada, salvo en mi Amor, en ella misma y en algunos seres que están a años luz de mi persona.

El equipo sonaba a gloria, y gracias a todos lo magos del mundo, no hay un disco que suene mal, como aquél primer día en el que se ponía por primera vez entre el miedo a lo que dijera mi madre y lo que mis entrañas deseaban.


Por eso E.C. tronó como nunca, Goyo apareció entre los sones de The Marshall Tucker Band para hacer el comentario que te hacía aprender un poco más, Pedro blandió la guitarra de madera y se marcó el mismo solo que hizo a "Layla" eterna, Noni sonrió sin querer hablar, mi padre volvió a entrar en el cuarto con las bebidas y la comida de rigor, y el mundo se hizo tan pequeño porque yo me creí enorme, gigante, único y afortunado por sentirlo, junto a mi Amor y una Amiga que ha sabido amar lo que muchos ni tan siquiera saben que existe.

Fue una jornada particular, hubo otra antes de decir adiós al fin de semana, o lo particular de una jornada donde de nuevo la Música me tomó, me hizo suyo, arrancó esos jirones que me hacen saber que aún estoy vivo y que lo poco que me queda al margen de este ser maravilloso que se ha atrevido a desafiar al universo para vivir conmigo es la eterna Magia de algo que jamás, por mucho que se empeñen, podrá morir.

A veces el tiempo se detiene, y tres horas son un suspiro o la eternidad, sólo hay que sentirlo.
Gracias a todos los que han hecho posible que 40 años sean una manera de vivir y aún me creen por ello.


sábado, 24 de febrero de 2018

Memorial


Michael Nyman Band 40th Anniversary Tour


Todo pasa mejor cuando tienes una cerveza delante para saborear las sensaciones. También es más fácil si esa cerveza la compartes con gente a la que quieres y con la que te une algo más que el brindis del primer trago.

Quizás por eso el viernes 16 de Febrero del año del señor de 2018, la noticia nunca buscada y maravillosamente recibida de la actuación en Burgos de Michael Nyman y su banda nos llegó como el siguiente trago de esa cerveza helada que no sabe de fechas ni estaciones del calendario y que entra de manera genial.

Nunca había estado en el auditorio del Fórum Evolución de Burgos, y la verdad es que todo lo que estaba aconteciendo me sugería tanto que el lugar me daba bastante igual, aunque como descubrí poco después, también sería parte fundamental de lo que vivimos.

Una vez dentro buscamos el ascensor para subir hasta el tercer piso de una obra hecha con mucho gusto y muy bella dentro de la sobriedad que el recinto tiene, y nos encontramos tocando el cielo en un lugar al que sólo le falta elevarse sobre sí mismo para tocar a los que nos pusimos en el Anfiteatro con el ánimo de degustar una Música muy especial.

Michael Nyman me fascinó antes de sus discos en las películas que vi allá en la década de los ochenta, cuando era capaz de dibujar con notas las imágenes de algunos directores que sabiamente le elegían para ensalzar lo que querían expresar. Sus obras, gran parte bandas sonoras de un cine que hurgaba en las entrañas de la mente para revolver lo más miserable y bello del ser humano, son un tratado de excitación emocional que llevan al límite a quienes unen imágenes y Música para hacer de lo que se ve algo que trasciende a lo que se escucha.


La banda que le acompañaba en el concierto de Burgos (llamarla banda es extender el término a otros conceptos de músicos y me parece más que acertado) once maestros de sus instrumentos, son capaces de hacer algo que no tiene nada de fácil aunque lo parezca, trasladar la idea del genio compositor desde la partitura al espacio, para que la Música transforme el silencio y dibuje todas esas imágenes que le dieron su razón de ser.
Es cierto, o al menos lo pienso así, que la Música de Michael Nyman ha hecho más grande en sí misma a algunas de las películas donde ha aparecido, pero las que son obras bellas que se deslizan por el arte de la emoción, con esta Música llegan a unos niveles que difícilmente se imaginan de otra manera.

En su día se llamó (mal llamada... Nueva Era) minimalista, pero no creo que sea otra cosa (nada menos, por cierto) que creatividad en estado puro con toques que engloban al clasicismo, el Prog. más vanguardista de lo que se creó en su día, experimentales ideas y una genialidad que le hace único.

Durante una hora y cuarenta minutos los instrumentos clásicos inundaron la sala, once músicos excepcionales que no se salen del guión porque no es su cometido, pero que lo que transforman lo hacen de una manera perfecta, pulcra e impoluta; hay un músico más, el que sugiere y da sentido a todo, que acaricia la parte izquierda de las teclas de su piano de cola mientras vela para que sus creaciones salgan y lleguen al alma de una manera única, disturbando la mente, haciéndote suyo, intercalando lo que sientes con las notas que se recrean. Es quizás lo único que eché en falta, que el sonido perfecto de la sala no fuese pluscuamperfecto por no dejarme escuchar en algunos momentos la caricia de sus dedos a esas teclas donde se forja la magia de una Música muy especial.
Sí que le oímos en la pieza donde recrea el tema central de "The Piano" ("The Heart Asks Pleasure First") pura sensibilidad para amantes de lo eterno. 

La perturbadora atmósfera de sus creaciones es un bálsamo desde lo dolorosamente bello (llegando en mi caso a la cumbre de la imaginería más barroca y ancestral con el impacto que supone ese "Memorial" de una obra tan visual como ajena al tiempo, "The Cook The Thief His Wife And Her Lover" donde la tragedia y el ser humano se unen en lo más miserable a la vez que se puede crear poesía con lo que se narra) te envuelve sin remedio. Cuando la banda arrancó las primeras notas del tema, sentí un vacío emocionante que sólo la Música que amo consigue, y a partir de ahí el concierto no dejó de ser un recorrido por el infinito... simplemente brutal.

Un concierto que llegó de la nada, por el que pasamos siendo el todo y del que me queda la tremenda sensación de haber vivido un viaje en el tiempo y el espacio creando todo lo que la mente puede ofrecerme.






A mi Amor y a Mª Paz, porque tantas cosas son cuando uno nunca espera que ocurran, y en Música todo es lo que podemos amar. Gracias por estar