jueves, 23 de abril de 2020

59 - 2

LIX - II

¡Qué distinto es un orgasmo cuando te llega mirando al techo o cuando sucede con la mirada clavada en los ojos del otro!. No tiene nada que ver un tema musical escuchado con los auriculares puestos, disfrutando de cada nota, a tenerlo con ese alma gemela que sabes que siente esa misma nota y mueve sus piernas al ritmo al que tú llevas tus entrañas

La hora de la comida, si puedes mantener una conversación inteligente, se pasa en un suspiro; aún no sabes si el primer bocado te lo han dado o lo has dado y, sin embargo, cuando comes solo, en media hora despachas el aburrido tiempo de ver comensales llevando cubiertos a su boca...

No somos nada y lo somos todo, quizás sería el equilibrio entre los dos polos opuestos el que marcaría la diferencia pero nos cuesta demasiado hacerlo. Ser partícipe del orgasmo, o no estar, o pensar que lo has provocado tú solo, es la diferencia entre estremecerse con la caricia posterior o desear saltar de la cama para enjuagarte... lo que sea.

Hablando de lo importante, en la parte referida al orgasmo y el techo, obviamente cuando una mujer, ser único en esas situaciones, se arquea con su cuerpo buscando el infinito pero su cabeza se vence hacia atrás mientras sujeta a su amante para no perder la realidad de con quién es, está y disfruta..., no dudo de la autenticidad del momento sublime, mire al techo, se le tornen los ojos en blanco o... vaya usted a saber.



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