viernes, 3 de abril de 2020

El Zoo (Segunda Visita)



Suelto entre los matorrales de verde hierba (es un decir, es que la moqueta del lugar es de este color y me sugiere otros reportajes vistos hace años luz) hay otro animalito que sí tiene que ver con lo que yo conocía más o menos, un mamífero al uso, laborioso, gentil y amable como los animales de compañías y fiel para conmigo, que le trato bastante bien. El pobre está mediatizado por el hipopótamo sarnoso y acojonado por la hiena, pero en general está acojonado y punto. Claro, si jugamos a algo, no está tranquilo, si no, tampoco, y así no hay manera.
La una le chilla, el otro se tira pedos cerca de su morro y yo me aburro y me quedo a mirar seriales de mi planeta (casi todos porno, que son los únicos que se cogen por aquí)

Estos son los habitantes fijos del ZOO, los que tengo que cuidar y que me hacen sentir como un ser que ha conseguido sus sueños (con qué poca cosa se conforma uno, ¡¡¡rediez!!!) pero hay otros que entran y salen al olor de la comida porque necesitan alimentarse de las sobras que estos dejan. No son mamíferos al uso, ni aves, ni alimañas, son de todo y de nada, pero mayormente se pueden considerar abortos genéticos que se asemejan a las comadrejas, los reptiles y las plagas de langostas que devastan todo a su paso.

El instinto animal que les dirige es algo arcaico, la evolución parece no haber entendido con ellos los más básicos sistemas de adecuación al medio, y entre rebuznos, chillos, sonidos mal sonantes y golpes de sus extremidades  al verde tapiz (insisto en lo de la moqueta) uno les va cogiendo el aire.

Cuando visitan el “albergue para animales” que he adecuado a estos menesteres, procuro satisfacer sus necesidades más primarias, y si no quedan satisfechos, pasan por la jaula del híbrido maloliente y se soluciona todo en un decir “¡¡¡Qué olor!!!”

Bueno, no es mucho, pero para  comenzar en el universo fascinante de la fauna terrícola no está mal. Quizás un día consiga que desde mi planeta me promocionen a guardián del ZOO  del Cíber espacio y allí pueda desempeñar este sueño que tengo desde hace millones de años luces (otra del de mi pueblo)

Este es mi secreto, yo sé que tú me veías algo raro, pero es que estoy de incógnito y no podía hablar sobre el tema, sólo la amistad que nos une de tantos momentos mágicos y que hace que mis antenitas (que las tengo escondidas para no dar el cate) hagan “taratachín, taratachín, taratachín… y así hasta +532 veces” sabiendo lo que es tratar con animales, me ha decidido a contártelo, eso y tu afinidad con más de uno en el pasado y en el presente.




A los que se creen seres humanos, y que no entiendo por qué



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