Suelto
entre los matorrales de verde hierba (es un decir, es que la moqueta del lugar
es de este color y me sugiere otros reportajes vistos hace años luz) hay otro
animalito que sí tiene que ver con lo que yo conocía más o menos, un mamífero
al uso, laborioso, gentil y amable como los animales de compañías y fiel para
conmigo, que le trato bastante bien. El pobre está mediatizado por el
hipopótamo sarnoso y acojonado por la hiena, pero en general está acojonado y
punto. Claro, si jugamos a algo, no está tranquilo, si no, tampoco, y así no
hay manera.
La
una le chilla, el otro se tira pedos cerca de su morro y yo me aburro y me
quedo a mirar seriales de mi planeta (casi todos porno, que son los únicos que
se cogen por aquí)
Estos
son los habitantes fijos del ZOO, los que tengo que cuidar y que me hacen
sentir como un ser que ha conseguido sus sueños (con qué poca cosa se conforma
uno, ¡¡¡rediez!!!) pero hay otros que entran y salen al olor de la comida
porque necesitan alimentarse de las sobras que estos dejan. No son mamíferos al
uso, ni aves, ni alimañas, son de todo y de nada, pero mayormente se pueden
considerar abortos genéticos que se asemejan a las comadrejas, los reptiles y
las plagas de langostas que devastan todo a su paso.
El
instinto animal que les dirige es algo arcaico, la evolución parece no haber
entendido con ellos los más básicos sistemas de adecuación al medio, y entre rebuznos,
chillos, sonidos mal sonantes y golpes de sus extremidades al verde tapiz
(insisto en lo de la moqueta) uno les va cogiendo el aire.
Cuando
visitan el “albergue para animales” que he adecuado a estos menesteres,
procuro satisfacer sus necesidades más primarias, y si no quedan satisfechos,
pasan por la jaula del híbrido maloliente y se soluciona todo en un decir “¡¡¡Qué
olor!!!”
Bueno,
no es mucho, pero para comenzar en el universo fascinante de la fauna
terrícola no está mal. Quizás un día consiga que desde mi planeta me
promocionen a guardián del ZOO del Cíber espacio y allí pueda desempeñar
este sueño que tengo desde hace millones de años luces (otra del de mi pueblo)
Este
es mi secreto, yo sé que tú me veías algo raro, pero es que estoy de incógnito
y no podía hablar sobre el tema, sólo la amistad que nos une de tantos momentos
mágicos y que hace que mis antenitas (que las tengo escondidas para no dar el
cate) hagan “taratachín, taratachín, taratachín… y así hasta +532 veces” sabiendo
lo que es tratar con animales, me ha decidido a contártelo, eso y tu afinidad
con más de uno en el pasado y en el presente.
A los que se creen seres humanos, y que no entiendo por qué
No hay comentarios:
Publicar un comentario