miércoles, 8 de abril de 2020

Hoy y Mañana


Algunos nunca saben de dónde vienen, ni qué son, ni quienes, ni por qué están aquí. Sin embargo, yo nunca tuve esa duda; solamente la presencia de ese ser extraño que desapareció entre mis dedos me hizo dudar, pero ahora, como parte integral de mi ser, ya no dudo. 

Fue un instante, una pulgada de tiempo sin recibir el aire, pero el final de su figura ante mis ojos me dejó de nuevo con la sensación de que todo estaba hecho

Siempre he sabido quien soy, y nunca he dudado ante ningún por qué. Ya me sobraba este mundo, todo lo que me rodeaba, y me negaba a seguir aquí. No me importan sus escombros, sus miserias, sus desmanes, sus muertos en vida. 

Allá ellos con todo lo que crean para creerse por encima de lo humano y que sólo les sirve para ser pordioseras imágenes de ellos mismos. No iba a soportar más hedor, mi vida y lo que significaba se encontraba por encima de ello.

Busqué mi esencia, mi espíritu, me uní a él y desaparecí, hacia el lugar donde nadie que no sea de los elegidos podrá estar nunca. Comprendí a aquel ser, su tristeza, sus ansias por no estar, su deseo más allá del tronar de los cánticos inútiles de las almas vacías. 

Comprendí la razón de su mirada perdida, de sus ojos incapaces de derramar ninguna lágrima más, del deseo de que la ayudara a desaparecer para siempre.

Paseaba por la orilla del río, sintiendo el agua rozar mis pies. Eran sensaciones que no existían, porque ya no estaba allí, sin embargo ahora podían parecerme más reales que cuando buscaba ansioso esos momentos para escapar de todo, para huir de lo que me atrapaba. 

El agua subía poco a poco por mi cuerpo etéreo, y no era humedad lo que me cubría, sino una extraña mezcla de todo lo que me había procurado felicidad mientras estuve entre ellos.

No hice nada por evitarlo, dejé que me empapara esa esencia compuesta por ideas, sentimientos, creencias, emociones, y por supuesto por ella, el ser que me tomó y me ayudó a dejarlo todo, a decidir que mi lugar no estaba donde mi espíritu ya no se reconocía.

Flotaba, sentía el vacío a mi alrededor, aún lleno de lo que el río me había cubierto, y fui alejándome, hacia la nada, hacia el lugar que debía esperarme hace mucho tiempo.


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