martes, 24 de noviembre de 2020

El Olvido II



No sabía si entrar en el espacio que me daba la vida, aunque realmente ya me encontraba dentro de una manera tan mental que lo real y lo que inunda los sueños se hubieran fundido de manera mística, más allá de la razón y tan cercana a los pensamientos.

El silencio, roto por la Música que comenzaba a llenar el universo, me mantenía en un estado de ensoñación en el cual la imagen fija era la ventana que dejaba entrar la frescura y los colores de la noche, mientras mi imaginación se encargaba de viajar a través de los sueños y los recuerdos, desgranando poco a poco décadas de vida alrededor de unas melodías que me hacían (al menos yo lo creía así) diferente.

Un solo de guitarra me poseyó aún sujeto al pomo de la puerta, recostado sobre el marco, y comencé a llorar. La vieja y eterna melodía sugería momentos de una tremenda alegría, instantes en los cuales era capaz de conseguir todo aquello que quisiera, a través de mi mente y con la única compañía de mis amigos de negro vinilo, que se unían para darme la gloria.

Esa guitarra desgarraba todas las percepciones que podía sentir allí, de pie en la entrada de la mágica habitación, y como contrapunto a su devastador desgarro emocional, los suaves teclados se fundieron con ella para volver a trasladarme donde nada ni nadie podía alcanzarme.

Fue entonces, entre esas notas entrelazadas que componían una preciosa red donde todo se mantenía vivo, cuando sentí en la lejanía una voces tenues, que poco a poco se iban acercando al espacio que formaban la realidad y el sueño hecho uno.

La Música seguía siendo el hilo conductor de todo lo que acontecía, la razón por la que mi mente volvía a vivir esos instantes, y entre su magia y su encanto apareciendo las imágenes difuminadas de algunos personajes que querían vivirla con la pasión con la que yo la amaba, aunque nunca pudo ser igual.

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