sábado, 16 de mayo de 2020

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No debe ser agradable ver por la calle gente sin cabeza, o con ella bajo el brazo, pero quizás sería preferible eso (con todo su tinte de leyenda) sabiendo de antemano que son espectros y no vivos que pululan por ahí, a soportar a tanto “inteligente” suelto que no ve más allá de la punta de su nariz. 

Y es que ya voy siendo mayor, o en su defecto me canso más rápido, para soportar mediocres, jefecillos, “inteligentes” con una pieza de carne sobre los hombros, pero que son incapaces de traducir una sonrisa en un rostro, las lágrimas de tristeza por un desgarro del alma, o la hinchazón de un pecho por la satisfacción de un sentimiento profundo, por no hablar de cosas tan triviales como un tema de Música acariciando tus oídos, el susurro de una voz a través de un auricular rompiendo las distancias, el calor de unas letras derramadas sobre un papel.

Quizás un día me convierta en un jinete sin cabeza, galopando a través de las estrellas y entonando una de mis canciones mágicas, golpeando las cabezas de los seres normales, de los que forman el rebaño que día a día caminan hacia su propia inmundicia, pero si eso ocurre, a pesar de no tener cabeza, seguro (conociéndome) que termino con los mártires del mundo que quisieron ir más allá de lo que nos imponen, nos dicen, nos comentan.

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