Un río de agua fría me mojó el alma
la visión de un amigo que lloraba
me despertó, me dolió,
y aunque el dolor compartido no duele menos,
siempre nos deja un sabor agridulce.
Y sonó una música,
que acompañó un momento de mi
intimidad,
una música que cruzó conmigo la madrugada,
hasta el lugar que sólo conocen los
habitantes de la noche.
Con la soledad en el camino
y con la nocturnidad que fui capaz
de acumular,
me dejé llevar por las notas de
aquella música.
Y allí suelo volver,
cuando me libero del pesado traje
de lo cotidiano
en la noche,
Para dejarme llevar,
siempre suave,
al ritmo de la música que me regaló mi amigo.
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