El Sol traspasaba la ventana y el movimiento que el
aire provocaba en la pequeña cortina conseguía mil formas en las sombras de los
objetos.
Como casi siempre, el despertar había sido demasiado pronto, demasiado
rápido y se dirigió a la cocina donde se dispuso a preparar una taza de café.
No se explicaba aquella situación, pero había decidido no intentar
comprenderla; ni él mismo hubiera imaginado que aquél ser hubiera sido capaz de ir al mismo lugar, en el
mismo instante, donde los sueños se convierten en realidad.
Los cuentos de hadas ya no le decían nada y nunca
había contado ninguno, pero si colocaba las piezas del puzzle, todo parecía
ficción, un sueño de los muchos que había tenido con ella convertido en
realidad.
El sonido de las primeras gotas de café cayendo era
lo único que se escuchaba, rodeado todo el universo por el “sonido” del
silencio. Incluso la Naturaleza parecía no querer despertar ese día.
Cuando
intuyó que el líquido elemento tomaba forma más allá de los granos molidos
preparó sus sentidos y aspiró el olor profundo e inconfundible de la
transformación de la naturaleza por el hombre y su mente se dejó inundar por el
aroma de un elemento que le revivía, le hacía sentir que, un día más, podía
disfrutar de estar vivo.
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