sábado, 18 de junio de 2011

La Eternidad Adora La Música


De aquel megagrupo que fue TRAFFIC salieron solistas que por sí solos han sido historia de la Música, (no, perdón, ahora que caigo, solamente el “niñato” mocoso fue considerado una estrella, un genio, un compositor como la copa de un pino; si lo es o no yo no entro en discusiones) y la crítica, la gente, el ser humano (como casi siempre, como siempre quizás) hizo acopio de una descomunal falta de memoria  y se olvidó de dos Músicos (dos Musicazos) que formaban parte de la columna vertebral de ese grandioso baluarte de la Música de finales y principio de una década; de uno ya lo hemos dicho casi todo lo que con el corazón en la mano se puede decir, el resto es escuchar su obra y del otro, ese Músico tan maravilloso como el que más, quisiéramos decir algo, porque Jim Capaldi era (sí, de nuevo, otra vez) otro maldito, otro de esos Músicos con clase y calidad para haber roto récords y destrozado estadísticas, pero siempre le han colocado a la sombra de... y cuando quiso volar en solitario no le dejaron despegar.
Percusionista y voz en sus principios, Capaldi era un Músico total, que componía, interpretaba, producía y tocaba varios instrumentos con la sencillez y solvencia del que está “sobrado” para algo, y este Músico con aspecto de “cascado”, cara triste, mirada perdida y desarrapado estaba más que sobrado para crear mágicas composiciones, momentos íntimos que llegan al alma y obras que no dejan resquicio a la vulgaridad.
Como en tantas ocasiones sus compañeros Músicos, los que realmente saben de qué va esto, sí le consideran como uno de los grandes, y fue sido llamado en multitud de ocasiones para colaboraciones y para formar parte de bandas memorables, donde en igualdad de condiciones (no hay nada en él que le haga estar por debajo) ha demostrado su calidad, su valor.
Jim Capaldi era dulce, fiero, relajado, rockero, sensible, íntimo, sugerente, salvaje... porque este viejo Músico que vio nacer con su generación las raíces de esa maravillosa Música que nos enamoró en décadas mágicas de joyas indescriptibles no se cortaba a la hora de estremecernos con obras que mezclan baladas, que te penetran hasta lo más profundo del alma, con temazos que son trallazos que te atraviesan también, pero que pasan del alma a los sentidos, que ponen en órbita, obras como “Whale meat again”, “Some come running”, “The contender”, “Oh how we danced”... piezas de museo que sólo quienes llevan dentro el filtro para eliminar prejuicios y exponer el alma pueden apreciar, aunque no venda, aunque no sea número uno, aunque no se le conozca, aunque nadie diga nada de él, a fin de cuentas Jim Capaldi era una delicatessen que hay que saborear y saber degustar, porque no te van a dar referencias, era él, su Música y tus sentidos, y para eso simplemente hay que ser, y las delicatessen, a pesar del tiempo y de la muerte, nunca desaparecen.
No nos cansaremos de Músicos como Jim Capaldi, no podemos aburrirnos de su arte, y aunque poco a poco desaparezca del Universo de la Música y sus obras escaseen alarmantemente con el paso de los años, nos queda el legado del que fue, antes de irse quemando harto de tener que explicar que él era simplemente él, un Músico (¡pero qué Músico!) y no la sombra de nadie, aunque muchos harían bien de vez en cuando en mirar las sombras que se reflejan por donde van.



1 comentario:

  1. Seagull me está acariciando en estos momentos. Es una auténtica maravilla de sensibilidad y sensaciones.
    Para escuchar uno consigo mismo o con una persona muy especial que esté en la misma onda.
    Pero no tiene sólo piezas de suma delicadeza como "Seagull", otras como "Take mi home", o "Whale meat again", te invitan a soñar, que es de lo que se trata ¿no?.
    Ciao

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