viernes, 3 de junio de 2011

El Diablo y sus Miedos

Estaba comenzando a hartarme de los telediarios de la parte del mundo en la que vivo, noticiarios de basura colectiva y cantos a la miseria humana, y estaba más que hastiado con las noticias continuadas sobre la violencia a las mujeres, esos seres que, por alguna razón lógica que desconozco, son el punto de mira, a través de la historia, de las frustraciones de los otros seres que, según parece, marcan la pauta en la convivencia, los hombres.
Siempre me han llamado la atención, por los siglos de los siglos, los desmanes cometidos sobre las mujeres, sean las épocas que sean, y por las miles de razones que pudiéramos suponer. Si no eran asesinos en serie de prostitutas lo eran de niñas o adolescentes, o surgían las guerras para provocar las violaciones, asesinatos, esclavizar a esos seres que tienen algo que nos hace verlas como enemigos acérrimos más allá de la función que otros les otorgan, amas de casa y desfogue sexual continuado.
Estaba harto, ya digo, de las noticias sobre esta violencia gratuita, tanto en mi tierra como en regiones adyacentes, porque por desgracia la vieja Europa se está contagiando de la cultura de la mediocridad, y no nos escapamos de esta plaga que debería, en mi caso lo hace, avergonzarnos por ser como somos y lo que somos. Siempre que leo o escucho alguna noticia sobre la muerte violenta de mujeres, recuerdo la brutal contestación de una señora, de mi país, de mi tierra, a la pregunta de una periodista sobre si su marido la pegaba, una contestación que resumía el estado en el que nos encontrábamos, a pesar de siglos de leyes y avances... sociales, una respuesta “lo normal” que resuena en mi cabeza con cada muerte inútil de estos seres maravillosos que nos han dado y nos dan la esencia de casi todo lo que somos.
Tras las últimas imágenes de familiares llorando por el sin sentido repetido, cambié de canal, y busqué un poco de risas en un programa de noticias del otro lado del Atlántico, porque ese humor que les sale porque sí, dado ese punto simpático (y muchas veces insufrible) de horteras sin mesura, me proporciona en ocasiones, cuando el ánimo así me lo exige, momentos de relajada hilaridad, y en esta ocasión lo necesitaba.
Cuando conecté con el canal, el rostro de dos presentadores, ella y él, me llevaron inmediatamente a situarme donde debía, y el programa, otro noticiario, comenzaba un recorrido por imágenes impactantes de toda la geografía del continente americano, esa otra cultura, ese otro mundo que conocemos por lo que nos dicen, por lo que suponemos, por los miles de tópicos típicos que hemos oído una y otra vez.
Salvo las dos primeras noticias, una sobre el nuevo y flamante campeón de la “Copa Libertadores”, la portada sobre el fútbol se justifica por estos lares más aún que por los nuestros, porque donde la miseria aprieta los clavos ardiendo no son un problema, sino una esperanza, y la segunda sobre una patética representación del secretario de defensa de los EEUU disfrazado (como si lo necesitara) de un miembro de Village People, que era la concesión al imperio que les da de comer y les quita todo lo demás, mi cerebro se vio atacado, de nuevo, por aquello de lo que huía, pero ya no pude cambiar de canal, me sentí prisionero de mi propio mundo, la realidad brutal de lo que me rodea, me guste o no.
Apenas en seis meses, más de doscientas mujeres habían sido masacradas en Perú, miles diariamente violadas como sistema de terror por las distintas guerrillas en otros países, y se habían justificado leyes en contra de algunos posibles accesos de estas mujeres al poder porque su labor era “otra”. Todas las noticias sobre esta violencia extrema se sucedían sin pausa, cuerpos golpeados, calcinados, atropellados, rostros desfigurados por palizas tras discusiones, violaciones, ataques a sus casas, y en algunos casos las formas de la muerte no eran sino el reflejo de la miserable existencia de quienes, castrados mentalmente, no tienen otra opción que sentirse más haciendo de menos.
Los presentadores del programa, aguerridos visionarios de todo tipo de noticias, continuaban su rosario con la monotonía de quien sabe lo que hay y no puede hacer nada, y la presentadora, parte integrante de ese sexo que es atacado y humillado, era incapaz de cambiar su rictus por el de, al menos, el sentimiento de la tragedia como más cercana, por ser una más. Esta mujer, perfectamente vestida, piernas cruzadas para no enseñar las bragas por debajo de una mesa sin panel frontal, pechos operados y redondos, labios perfectos y pelo inmaculado, sólo llamó la atención sobre uno de los asesinatos porque el modus operandi era más extraño de lo habitual, un degenerado había matado a una señora clavándole dos clavos de más de treinta centímetros cada uno en la cabeza con un martillo, hundiéndoselos hasta el límite. Esta mujer, la presentadora, que quizás no se vea reflejada en el resto de las que son vejadas diariamente, es un grave problema para las otras mujeres, además de los mandatarios que crean leyes infames, de los que no crean las que deberían, de los jueces que se permiten justificar violaciones y ataques sexuales por la forma de mirar, o de vestir, los hombres en general y demás animales que pululan por el mundo, porque esta mujer, presentadora e imagen de una televisión, es la aspiración de muchas, guapa, pija, con dinero, triunfadora... y en su rostro se muestra la normalidad de una situación que no debería ni plantearse, pero que, por desgracia, es de una cotidianeidad que aterroriza. Eso sí, esta presentadora, demostró su rostro más triste al dar la noticia de la muerte de un personaje conocido en su país, seguro que recordando que hacía en las miles de telenovelas al uso, del prototipo de misógino, violento y machista hasta la extenuación, quizás justificativo de lo que ella ve a diario en sus noticias, pero que no acepta en su cabeza.
Quedé tirado sobre el sillón, con mi mente abrumada por la hemorragia de noticias sin pausa sobre la aberración, el despropósito, y, en un intento por justificar lo injustificable, una rueda de opiniones, a cual más estúpida, sobre el por qué de esta violencia sobre las mujeres, acabó con una de estas mujeres, andina, con su hijo en brazos, que sonriendo casi con amargura, comentó algo que en su rostro se notaba que le salió del alma: “El diablo sabe que las mujeres somos las que tenemos que levantar el mundo, y el diablo no puede permitir eso, por eso se nos mata...”.
Fue la puntilla para mis sentidos, escuchar, en boca de una de las víctimas, la creencia de la intervención del maligno en lo que les ocurre, en sus desgracias, y ante eso, ¿qué hacer? si estamos en manos de fuerzas más allá de nuestros poderes, hemos de aceptar la masacre de millones de mujeres en el mundo año tras año, de sus esterilizaciones en países del tercer mundo para que no sean una plaga ni una carga a los civilizados, de las violaciones sistemáticas en nombre de religiones, limpiezas étnicas, culto al macho o deseos desenfrenados de animales que se llaman racionales, o es posible luchar contra esta barbarie creyendo que el diablo nos trata a todos por igual, seamos hombres y mujeres, y nos hace aborrecibles, como cuando las usaba a ellas para hacernos pecar.
Sigo sin comprender, en este caso afortunadamente, que la muerte de una sola mujer por un hombre sea justificable, sigo sin creer, y esto ya me molesta bastante, que no puedan ponerse soluciones a toda esta salvajada que se extiende por el mundo sin excepción, sigo sin aceptar, también afortunadamente, que un compañero culto, con estudios y amante de la vida se sienta más tranquilo porque de un año a otro han muerto seis menos y “algo se ha conseguido”, porque las muertas son irrecuperables, sigo sin entender que la cultura de la incultura llegue a hacer creer a las mujeres que a veces sea normal que les peguen lo justo, que las follen lo justo (aunque no quieran) que se arrodillen lo justo... y sobre todo que esa incultura se siga fomentando porque, a fin de cuentas, nos viene bien a todos.
Tengo la suerte, la inmensa suerte, de vivir y relacionarme con mujeres, con muchas mujeres, y tengo la suerte de observar día a día ese universo fascinante que nos dan, que nos entregan, del que podemos beber, con sus miserias y sus defectos, como todos, con sus vaivenes y sus locuras, como todos, y sigo sin comprender que no se pueda aprender de maravillosas formas de existencias que son un poco de aire fresco en el universo de los sentidos, de las ideas, de la vida.
Sé que estas mujeres con las que me relaciono no aceptan ser ofendidas ni un poco, ni lo normal, y que repudian a las de su propio sexo que miran hacia otro lado cuando una más muere, o es violada, o humillada en cualquier situación, y espero que más rápido de lo que vamos, las imágenes cotidianas terminen siendo excepcionales, o mejor aún, terminen no siendo, aunque como creo en el ser humano lo justo, o casi nada, quizás sea cierto que el maligno tiene otras ideas al respecto y por eso vamos como vamos, hacia la miseria y mediocridad más absoluta.

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