sábado, 14 de marzo de 2020

Orígenes VIII



Estaba claro, había vuelto. Poco a poco, lentamente, pero estaba de nuevo. En las noches de los "Estudios MAG", mirando a las estrellas y con el Arco de Trajano a escasos metros de mí, mi mente enferma y mi alma rota se fueron recomponiendo, con lo único que nunca había dejado de estar a pesar de todo, Mi Música, Mi Esencia, y supe que podía hacerlo.

Una querida amiga viajó (¡¡cómo no!!) a Londres, y con un dinero a préstamo que le pedí a Goyo, pude conseguir todos los discos de Roy Buchanan, y en ese momento, con la Música de nuevo abrazándome, supe que el túnel se había acabado.

Hecho un guiñapo de cuerpo pero con la mente funcionando de nuevo a tope, entré en el mundo laboral y me asenté para conseguir lo que durante varios años no pude. Bruce Cockburn fue el siguiente con el que me lancé, y tras años de soñar despierto cuando los amigos se escapaban a Madrid para pasar unos días de tiendas y algo más, pude hacer realidad el sueño y por fin descubrí el universo de las tiendas de discos míticas que hasta entonces eran cuentos de otros y pedidos por correo.

Podría seguir, pero la vuelta fue de nuevo el comienzo, los orígenes, el salto hasta lo que ahora me provoca la Música. 
Si algo me ha enseñado a querer, a amar, a desear, a sentir, a embaucarme, a vivir, ha sido la Música, lo único que se ha mantenido en mi vida desde que la conozco, y en ese enseñar a amar nunca podré olvidar que quien ahora me aguanta y me soporta cada amanecer, mi Amor, sonrió cuando la primera vez que visitó el viejo cuarto sonó la voz de un ser único, Sam Cooke y su aura.




A todos los que han crecido conmigo, en el viejo cuarto creyéndonos los reyes del mundo, a los que ya no están pero que quisieron y supieron entenderme, a los que siguen sin saberlo y a los que ahora, 40 años después, me permiten ser un friki y lo que ello conlleva.
Por encima de todo a Mi Amor, porque desde que la conozco, sin ella no tendría sentido.

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