viernes, 27 de marzo de 2020

La Realidad


El negro manto de la noche me cubrió de nuevo. Sola, sin nada más que mi cuerpo dolorido por el sentimiento de abandono recorría las calles vacías.

Es una sensación que nunca me ha dejado. El calor de un cuerpo, la pasión y el deseo de una noche y después... el largo camino a casa cuando sabes que todo se ha acabado. Un momento, un instante, una manera de creer que importas cuando los brazos te hacen suya, la voz se desliza por tu piel y sus manos quieren ir más allá. 

No reprocho nada a quienes se apasionan con mi cuerpo y después me dejan para volver a la seguridad de una cama que les permite seguir siendo, o al menos que les permite pensar que son quienes deberían ser a los ojos del mundo.

Por eso nunca he sentido la noche con miedo. Al final de cada encuentro se convierte en mi amiga, y me hace escuchar en el silencio el ritmo de mis pies cansados. Son los instantes en los que vuelvo a la realidad, recuperando las melodías que vuelven a llenarme de vida.

Las mentiras no pueden convivir con mi Música. Ella dibuja mis emociones, mis sentimientos más profundos, y aquí todo es lo que yo soy.

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