domingo, 8 de marzo de 2020

Orígenes II



II

La primera banda de la cual puedo decir que comencé a coleccionar porque tras el primer disco busqué comprar dos, y tres y... fue Uriah Heep. Me fascinaban sus portadas, maravillosos viajes por la imaginación de uno de los más grandes genios creadores de carátulas, Roger Dean, el mismo que vestía las obras magnas de Yes; salvo su segundo disco, todos eran alegóricos viajes que tenían mucho que ver con los títulos del propio disco, y durante muchos años fue para mí un grupo de culto, con ese personal estilo entre el Hard y ribetes de Sinfónico y en el cual se encontraba el primer vocalista que me enamoró, David Byron, un músico excesivo que acabó como debía, una garganta privilegiada tan personal como irrepetible.

A finales de los setenta se fue el alma mater del grupo, Ken Hensley, compositor de casi todo y creador del auténtico sonido del grupo, y ya nada fue igual, aunque mi incultura musical me hizo, entre seguridad, devoción y fetichismo, seguir comprando algún que otro disco posterior.

Ir a ciegas en los dos primeros años (aunque sigo ciego y me lanzo al vacío ya con el convencimiento de otros deseos ocultos en mi mente musical) me hicieron conocer y en muchos casos adquirir cosas que ahora me provocan risa, pero que al mismo tiempo fueron la base de lo que me hizo crecer como coleccionista.

El Rock divertido y en ocasiones (no muchas más allá de sus inicios Psycho) de calidad de Status Quo, el segundo grupo que coleccioné a ciegas (los quince y dieciséis años tenían eso) pero que ahora me hacen recordar esa época con el cariño de momentos mágicos entre amigos, colegas y adolescencia emocional.
Queen, pero el grupo que era aún parte importante del Rock, con desvaríos imaginarios por su impacto visual, conjuntos vocales y coros espectrales, que se desparraman por los inicios de mi colección, el número 3 ("Queen II") el 9 ("A Night At The Opera" sublime intento de obra conceptual que ahora se desvirtúa por recuerdos y homenajes fuera de lugar) fue otro grupo que comencé a comprar sin dudarlo, me fascinaba su estética, su descaro, su manera de hacer Música, aunque después del 78 se dieron a no sé que cosa y todo fue farándula.

En esos momentos, cuando todo era bello y me adentraba en un fascinante mundo desconocido, comencé a seguir al Hard Rock y los grandes monstruos sagrados del estilo; en contra de la lógica por mi edad (aunque la lógica en mis emociones nunca ha sido para mí una senda a seguir) y lo que se escuchaba, me engancharon (y hasta hoy) los grandes temas de desarrollos inmensos,  y llegaron a mi alma grupos como Deep Purple y toda la familia provocada por las escisiones del mito, Rainbow, Whitesnake, que me hacían sentir endemoniadamente bien, conociendo a través de ellos a algunos de esos héroes a los que vuelvo cuando tengo ganas de redimirme (Ritchie Blackmore fue el primer guitarrista que amé y que me hizo llorar, queriendo emularle, seguirle)

Fue la época del nuevo Rock español, alejado del Prog. de los primeros setenta pero queriendo renacer y hacer una Música de aquí; Ñu, Bloque (mi favorito, fuera del tiempo y el espacio) Leño, Asfalto, Topo... creadores de canciones que con mis pocos años me hacían creer en la libertad, la rebeldía, el mundo y los amigos. Ahora no hay mucho de aquello que valga tanto como parecía, pero algunas obras fueron un desafío temporal y artístico, y es digno de alabar.

Otro artista que me enganchó y en lo que pude compré y mucho en estos tiempos fue Eric Clapton, alguien que abrió nuevas ventanas en mis deseos por la Música. Es el único artista del que poseo toda su trayectoria, cada grupo donde ha estado y su carrera en solitario hasta los infaustos 90.
E.C. cuando era grande, era muy grande, enorme, inmenso, un mito más allá de lo que creaba, y gracias a él y algunos de sus colegas conocí una Música distinta (Cream es algo... inaudito, especial, único) y con él hice mía la máxima de que en Música aunque algo no lo entiendas y te hace suyo, síguelo. Así entendí a Cream, a Derek & The Dominoes...

En este segundo año entró en mi vida el Rock Sureño de la mano de The Marshall Tucker Band y me enganché con otra cosa más que me atravesó las entrañas.
Siempre caía algún ser extraño en mis manos, vinilos que he aprendido a apreciar con el tiempo, incluso con las décadas, piezas que ahora son tan básicas en mi vida que me parece mentira haberlas escuchado con 14, 15, 16 años, algo fascinante que se agranda aún más sabiendo los tiempos que corrían y el lugar donde habitaba.





No hay comentarios:

Publicar un comentario