viernes, 20 de marzo de 2020

Música



Siempre me han gustado los frikis, al menos en el sentido en el que creo que lo soy y los que creo que lo son.

No me gustan los seres que pasan de puntillas por la vida sin querer estar, o peor aún, sin querer que les vean. Ser invisible es una opción, pero cuando te despiertas cada día, estás obligado a estar, sin más, y te guste o no, cada suspiro, el aire que respiras, todo cambia con cada acto.

Me resultan aberrantes los mediocres, los que hablan sin palabras para que les vean, los que no tienen nada que decir y no callan.

Ser friki es una opción, y en mi caso me han repudiado muchas veces por serlo, por eso me gusta sentirme así.

Cuando todo se vuelve oscuro, y mis ideas son sólo momentos que siento en mi mente, la Música siempre está ahí para llevarme a los lugares donde una guitarra ácida me agarra el cuello y aprieta; eso me hace sentirla, me hace saber que estoy vivo, y estoy convencido que arañará mi piel aún cuando nadie pueda verme.

Siempre me han gustado los frikis; a algunos se les escucha, otros atraviesan el universo con un sonido que te araña el alma, pero todos, al menos, dejan ese halo que convoca a los dioses de la Música para elevarte por encima de la Dama Negra, a pesar de que su abrazo sea inevitable.

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