domingo, 8 de marzo de 2020

Orígenes III




III

El segundo año lo clavé, acabé con 120 vinilos, por supuesto quitándome de aquí, de allá y de donde no había, pero lo importante era que ya estaba metido de lleno en una pasión inimaginable.
La Música era lo nuevo en mi vida, lo maravillosamente fresco, lo que me hacía crear en mi mente, imaginar, pensar, suponer, y se unió a la que hasta entonces era mi otra pasión, el balonmano, para dar descanso a mi alma.

Años de emociones, de esperanzas, de amigos y cuadrillas, y en medio de todo una experiencia única, conocer a Goyo, ese ser que me dio la oportunidad de ir más allá en todo el universo que se estaba apoderando, para bien, de mis sentidos. En lo referente a la Música, en Augusta Emerita hablar de Goyo era hacerlo de un personaje mítico, el coleccionista con mayúsculas, el que sabía y además entregaba, y comencé a frecuentar "Estudios MAG", un lugar donde simplemente y nada menos, crecí.

Era con diferencia el más joven de los que pululaban por el lugar, de hecho era un adolescente, pero receptivo como nadie. Con Goyo aprendí a mirar la Música a través de las portadas, a escucharla, a sentirla, a vivirla, a hacerla mía, a dejar que me atravesara, que me poseyera, a creer que se podía soñar sin estar dormido, y sobre todo, por mis limitaciones económicas y de conocimientos, a dejarme enseñar y tener paciencia. Me dejé llevar y sobre todo dejé que la Música me guiara, comencé a saber qué eran muchas de las cosas que me llamaban la atención pero no podía poner en pie, y todo ello sin prisas, conociendo y esperando de vez en cuando la llegada de algún disco que otro, y el siguiente que podía ser o quedarse en un deseo.

Podía adquirir uno, pero escuchaba 10, en sesiones de madrugadas eternas en "Estudios MAG" los fines de semana, sin apuntar nada, simplemente dejando que mi cerebro y mis entrañas aprendieran a quienes, cómo, dónde, por qué, sin preocuparme.

Con Goyo como mentor y entregado a conocer, me fui introduciendo en otras emociones musicales más complejas, intentando perfeccionar lo que ya conocía y abriendo el campo en muchos sentidos. En ocasiones no me llegaba nada de lo que escuchaba, otras me llegaba pero no me enteraba y de vez en cuando me atravesaban trallazos que consideraba maravillosos y que me dejaban marcado.

De esta época, terminando la década de los setenta, datan los primeros escarceos con el Rock Sureño, la otra forma de vida entendiendo la Música que me apasionó y aún hoy me embriaga, en principio con MTB, pero muy pronto con los grandes del estilo, Lynyrd Skynyrd, Poco, Outlaws... y más tarde, con la dificultad de entender algo tan especial por lo glorioso de lo que era, me envolvió la magia de hacer Música intemporal de The Allman Brothers Band, un grupo que hay que escuchar sin prisas, sin mirar al reloj, porque pueden estar contigo 45 minutos con un tema o 15 en la introducción de otro, y eso no se puede tomar de cualquier manera. No tenía discos de ellos, pero en el estudio los bebía, las largas cabalgadas de las guitarras, los solos eternos, entendiendo la Música creada por una raza y transformada en eterna por otra. Sus jams inmensas me hicieron (de nuevo) descubrir otra manera de entender la vida a través de la Música.

Me llegaron en esta época los sonidos del Sureño más suave, el Country Rock y el Country más clásico, volviéndome loco por lo desconocido con bandas que lo llevaban hasta el placer (Eagles, Pure Prairie League, Ozark Mountain Daredevils, Earl Scrugg Revue, Flyng Burrito Brothers, Emmilou Harris, Gram Parsons...







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