viernes, 25 de noviembre de 2011

Imágenes



El hombre se asomó al acantilado, mientras la brisa de la mañana golpeaba su rostro. El mar rompía con fuerza, y el Sol, despuntando por el horizonte, le indicaba que su día había llegado.
Miró al fondo, donde decidió dejar su destino, pero en el último instante, cuando sus pies buscaban el vacío, una melodía llegó a sus oídos. Era el sonido de las gaitas, los acordes de violines, las mágicas guitarras... y mientras la Música se adueñaba del aire, una figura encorvada y destrozada por los años se acercó a él.
-¿Quién eres? Preguntó el hombre.
-Me llaman “Madame George”, dijo el personaje.
Tomó su mano y le indicó el valle, le enseñó a escuchar el sonido de las melodías, y bailó con él hasta que desfalleció. En sus brazos exhaló un último suspiro, recordando las viejas calles de su ciudad, lugares de donde fue expulsado por ser... diferente.
El hombre abrazó el cuerpo y entonó la canción que llevaba su nombre, y recorrió los lugares de su infancia, y llenó su alma de Música, y voló en sueños sobre el acantilado, y sintió de nuevo la brisa acariciar su cara.
En el límite del Universo, donde el hombre con su capacidad finita nunca llegará, se encontrarán las almas perdidas que tienen en común el gusto por lo íntimo, lo exquisito, lo que no llega a la gran mayoría de los mortales porque nunca podrán tenerlo o porque nunca se lo darán.
En ese punto inconfesable, ese punto desconocido e invisible, podrán oír los cantos de los trovadores, ver las puestas de soles milenarios, saborear los placeres de viandas intangibles, y esas almas, unidas a coro por la belleza, evocarán los territorios donde nadie que no sea libre podrá llegar jamás.

Giramos a la velocidad de la luz en nuestros pensamientos, las ideas de las almas perdidas, fuera de lo mundano, vuelan a través de las estrellas en lo único que queda de nuestra privacidad, nuestra mente, y podemos recorrer las distancias que nos separan de nosotros mismos con un instante de lucidez que nunca tendrán los que no son libres e intentan imitarnos.
La pureza de lo simple, de los pensamientos entrelazados y colocados para arropar nuestros deseos, es algo mucho más maravilloso que la certeza de que hubo un tiempo en el que fuimos uno más, afortunadamente.
La eternidad es nuestro presente, podemos hacerlo durar más que el instante que representa, retenerlo como si parásemos el tiempo.
El nuevo trovador tomó su guitarra y entonó cantos de esperanza. Su corazón, el único vínculo con la humanidad “podrida” de ansiedad, aún tenía fuerzas para llevar letras, estrofas, versos... donde se recordaba al ser humano en armonía consigo mismo.
Algún día, cuando el universo caótico se decida a detenerse unos instantes a respirar, su voz volverá a llenarnos de excitación, allá arriba, en la tierra de los sueños, donde los trovadores que ya no creen pero que cumplen su trabajo se reúnen para reírse de la insignificancia de ellos mismos, sus propios seres, sus instantes de gloria.

El amanecer nos sigue sorprendiendo escuchando, en esos momentos en los que intentamos salir de la monotonía, de la mediocridad, y el pulso de nuestro corazón se rige por la excitación de la piel erizada por la voz, la guitarra, la sección rítmica... y nos transportamos a la habitación del amante que nos espera, a la avenida llena de desconocidos que nos ignoran, a los campos inmensos de tierras fértiles, a los callejones donde las vidas no valen nada, a los territorios de “Walkirias” entregadas y guerreros inmortales, y al final, cuando la realidad vuelve a rodearnos, nos quedamos con el susurro de la voz, ese susurro que nos provoca, que nos lleva, que nos eleva, que nos hace ser diferentes, porque nadie puede sentirlo salvo nosotros, porque nadie puede llegar salvo nosotros, porque nadie puede saberlo salvo nosotros, porque nadie puede recibirlo, cubiertos por su capa de infamia, impermeables a la belleza de lo simple, de lo inmenso, de lo infinito.



1 comentario:

  1. !!Vaya cóctel molotov!!
    Si estas imágenes junto con el escrito y sonando de fondo Van Morrison con su Madame George, se mezclan, tenemos seguro una explosión de sentimientos que ríete tu de las bombas incendiarias.
    Menuda puntería. Has dado en el blanco.
    Más besos cariño.

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