domingo, 20 de noviembre de 2011

Ella Una Vez Vivió Aquí


Tuvo que ser a más de cinco mil kilómetros de mi lugar de origen, huyendo de todo y de alguna que otra perdida ilusión, cubriéndonos mi amigo y yo para no empaparnos de soledad; allí a lo lejos, en el infinito, la encontré.
Ella una vez vivió aquí, en los lugares tantas veces deseados por mi historia particular y dibujados por mi esperanza perdida, en la gran plaza roja de dimensiones interminables y en las calles pisadas por los borrachos anónimos que jalonaban cada esquina, cada farola, cada umbral elevado del frío. La encontré con la sonrisa eterna de una niña grande, con los perfectos adjetivos de su vocabulario sin límites, con su vaquero ajustado a su perfecto culo de seda, con su pelo negro indicando el camino hacia la perdición.
Ella una vez vivió aquí, en el barco que nos dejó estar juntos por primera vez, a la luz de las noches blancas, donde la oscuridad no existe, donde te sientes vivo porque el tiempo se detiene, mientras intentábamos atravesar el mar de nuestros propios sueños, y escuchaba las historias de un perdedor que se encontraba a gusto en medio de ninguna parte. Quizás la única noche que no fue tal, en la única borrachera que no participé, me dejó claro ese fogonazo de luz que me atravesó cuando la miraba, la sentía, la escuchaba.

Ella una vez vivió aquí, en el centro de una tierra ancha y llana, donde la gente es fría como su clima, y se va derritiendo con el calor de las miradas, de las palabras, de las emociones que llenan cada tertulia, cada instante de abrazo a la cultura, al arte, a la forma de vida que distingue al hombre de las bestias. Me enloquecía aún su precioso culo, y me enganchaba cada vez más su mente, ese pozo sin fondo que llenaba con ansia de saber, de tener, de llegar... y me emocionaba que no entendiera la maldad en estado puro, las traiciones y las reyertas, cuando yo lo tenía como parte del instinto que nos hace bestias, que nos mantiene como animales.
Ella una vez vivió aquí, en cada lugar del universo que hemos recorrido juntos, en cada kilómetro de mapa machacado, en cada desplazamiento de avión agotado, blandiendo con arte el plano de la ciudad pateada, llenando miles de minutos en las imágenes del vídeo grabadas, con su incansable momento de parada para buscar, escudriñar, descubrir cada rincón olvidado en los planos y querido para la intimidad del recuerdo. Una cara para mil lugares, una imagen para mil destinos, un alma para un mundo que nos abruma, que nos envuelve, a pesar de quererlo conquistar con viajes de ocho días y una vida, con la pluralidad de las lenguas, de las culturas, de las monedas...

Ella una vez vivió aquí, en cada clase de tarde buscando la lengua perdida, sin límites para su ansia por saber, por comunicarse, por llegar a los rincones más lejanos de la comunicación entre los hombres, luchando contra la torre de babel que nos separa, uniendo el pensamiento que las palabras crean, disfrutando con cada línea de cada libro escrito en cada rincón del globo, pensamientos que se acumulan en eternas estanterías donde duermen pacientes, esperando el turno de ser devorados por la mente que busca el momento exacto, el estado de ánimo preciso, ese instante en el que se empapan los poros de ciencia.
Ella una vez vivió aquí, en cada mañana que saluda al nuevo día, cuando mi mirada busca ansiosa su cuerpo a mi lado, y descubro de nuevo que podré disfrutar de su presencia un poco más, sin saber cuándo acabará el sueño que me mantiene en el paraíso que creí perdido, cuando ya de vuelta de casi todo huí y, sin ni siquiera quererlo, encontré la vía a la estación que no era término sino principio de viaje, un viaje que aún hoy es alucinante, un recorrido por los sueños que buscaba de forma errante, y que ahora forman parte de mi cotidiano vivir.


2 comentarios:

  1. La primera vez que leí este relato sentí una envidia increíble de la persona a quien iba dirigido. Un sentimiento tan maravilloso es digno de envidia (sana, tremendamente sana y maravillosa).
    Mi único deseo es que ese pensamiento siga vivo cada amanecer.
    Mucha felicidad a los dos.
    Ciao

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  2. Gracias, Preciosa. Que ningún mal sueño disturbe los amaneceres que te mereces. Besos,

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