domingo, 8 de mayo de 2011

Mujeres

"Paseando por los Sueños" se deja llevar por el sentimiento y la sensibilidad en un homenaje realizado por este colaborador y Amigo llamado K.S. que se atreve, en pocas líneas, a gritar algo demasiado evidente por desgarrador.



Las fotos de la exposición no podían ser más significativas, pero sabiendo que fui yo mismo quien las hizo me resultaba atroz pensar que no eran un montaje.
          Los ojos de la mujer querían decir todo lo que sus labios tenían prohibido expresar; sus ojos, el único vínculo con el mundo, necesitaban penetrar en tu alma para que llegara ese mensaje que muchas mujeres, especialmente las que no creen en lo que deben creer, quieren expresar para no sentirse ahogadas en su propio mundo, un mundo que les es ajeno.
El velo no es sólo una prenda que oculta el cuerpo, a fin de cuentas eso es algo que puede desprenderse y parecer ficticio, lo peor de todo es cuando ese velo oculta el alma, cierra los sentidos y provoca que la sin razón vista a estas personas que no saben de modas, pasarelas, ni frivolidades al uso. Ese velo, que no permite que mis sentidos aprecien el dolor que siente quien lo lleva, es como un muro entre seres humanos, una contraseña que no se puede descifrar, una frontera infranqueable de siglos pasados, el reconocimiento de que no somos iguales y posiblemente nunca llegaremos a serlo, porque además no queramos que sea así.
           El rostro que se esconde tras la fotografía y que no sabe de gritos porque son ahogados por el despotismo en nombre de cualquier causa, todas injustas, todas reconocibles, todas justificables en la barbarie, es tan común como lejano, porque a veces, demasiadas, nos cubre, me cubre un velo que me niega poder razonar para sentirlo todo a miles de kilómetros, más fácil, más cómodo, más sencillo.




      
         Seguía incrédulo ante las imágenes que había creado, porque no podía aceptar lo que el objetivo sacó, demasiado claro, a la luz.
No tuvo miedo a enseñarme sus cicatrices, moratones que deformaban su rostro, heridas en cada parte de su cuerpo, todo un tratado silencioso de la barbarie de los llamados seres civilizados. Las heridas visibles no eran el todo, quizás el dolor físico pasara algún día, el todo lo componían las humillaciones en público, las voces sin pausa, el “Te quiero” tras el golpe en la cara, los recuerdos de años felices tras la patada en el estómago, el aborto por la caída escaleras abajo, la imposibilidad de ser madre… haber olvidado sus sueños para no caer de nuevo en la frustración al sentir uno, y otro, y otro más el dolor de una mano antaño amable.
No tuvo miedo, porque el miedo la había matado, y ahora quería volver a vivir, pero nada podía ser igual, cuando su mano temblorosa quiso coger la cámara para retratarme, su caricia en mi mano la hizo llorar, y los dos supimos que esas heridas quizás nunca cicatrizarían. El rostro deformado es lo que nos llega, quizás por eso cierro los oídos y subo la música, por si acaso… todo se acerca demasiado, se siente demasiado, y deja de ser más fácil, más cómodo, más sencillo.
Por mucho que suba el volumen de la música, cuando conoces ese rostro o lo haces tuyo, nada escapa a la memoria, o al menos a la mía.

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