miércoles, 18 de mayo de 2011

El Tiempo

Es hora de alguna colaboración más en este espacio que es “Paseando por los Sueños”, en este caso una Amiga en la distancia, Aloisia, que nos trae una breve pero interesante reflexión (según mi parecer) sobre algo tan cotidiano como fugaz.


Es el medidor inexorable de nuestra existencia, se le puede amar y odiar en tantas ocasiones que al final uno no sabe qué es mejor, si vivir con él o dejarse llevar por sus designios, pero todo tiene un principio y un final, y en eso lo temporal, el tiempo, es el medidor que nunca falla.
Una caricia que recorre la nuca, los dedos maravillosamente guiados que nos sumen en un letargo del que no queremos despertar jamás, pedimos que el tiempo se detenga, que las manecillas del reloj paren y no indiquen el instante del adiós, la vuelta a la rutina, lo que ya nos pesa como una losa, deseamos que todo vuelva atrás, que los años desciendan en lugar de aumentar para poder rectificar los errores que nos marcan a sangre y fuego, esa cita que nunca llegó, el abrazo equivocado, los besos que pudieron ser, las horas de placer sensorial a la vera de un árbol caído, la persona que se fue de nuestra vida por un desaire mal entendido y que nunca pudimos recuperar…
Pero hay ocasiones en las que el tiempo vuela, y empujamos hacia adelante para poder dejar atrás esas rachas de demencia emocional que no nos llevan a ningún lado, esos mediocres que al fin parecen envejecer y con ello sentir que pueden morir para ya no estar, alcanzar por fin la promesa de la mirada que no pudimos ver, conocer esa voz cuyo susurro nos lleva, los ojos de un ser entregado cuya piel rejuvenece con un beso, una caricia, un acto de amor desconocido tras años de espera; volvemos a empujar llegando hasta nuestros sueños, los que se resistían a través del… tiempo, del espacio de nuestras vidas, y llegamos a ellos, a veces, algunas ocasiones afortunadas, y de nuevo lo inexorable lo que no se detiene nos mece y nos lleva.
“Todo es relativo” dicen, y el tiempo más aún, pero somos seres finitos, y estamos marcados en el reloj biológico que desgrana los segundos en dirección al final, nosotros hemos querido medirlo, él nos mide cada instante, cada suspiro, cada golpe de nuestro pecho buscando el aire con el que volver a respirar, porque hasta en eso está por encima de nuestros propios pensamientos, no detiene ni avanza, simplemente es, está, y nosotros giramos como peonzas a su antojo.
Lo intemporal se difumina, es una idea más de la prepotencia humana, pero cuando él se alarga a lo largo de las eras, las distancias, ni tan siquiera eso significa nada, el universo no fue, es y dejará de serlo, más aún nuestras almas de limitados seres e insignificante materia, y volveremos a ser tan efímeros como la décima del microsegundo que no podemos percibir.
No venimos, vamos, y aún queremos hacer que los sentimientos duren, de nuevo la caricia, los dedos resbalando por la piel, el beso que parece eterno, la mirada penetrante, la memoria… y se acaban, los amores, los odios, las mentiras, lo real, el humo en un sueño, la envidia, el mediocre y el auténtico, la podredumbre y el espíritu libre.
Camino del fin de los días, dejo las líneas sin terminar, porque el tiempo me lo impide.


Aloisia es licenciada en ciencias oscuras en la Universidad de Aberdeen y colaboradora habitual de la revista "El Mundo según nuestra Mirada"

1 comentario:

  1. Maravillosa la descripción del tiempo.
    ¡Cuántas veces hemos querido parar el tiempo!
    Estoy convencida de que la belleza de esos momentos que querríamos conservar eternamente parando el tiempo está precisamente en el hecho de que son efímeros.
    No hay beso mejor que el que se da volcando el alma al pensar que quizás sea el último, pero ¡cómo desearíamos parar el tiempo en ese instante...!
    Hasta la próxima.
    Ciao

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