martes, 17 de mayo de 2011

200 Kgs. de R'n'B

Cuando alguien ama la Música, y la siente en sus entrañas, puede ocurrir que viva con ella hasta que la muerte los separe, como es mi caso, o que viva con ella, de ella y además sepa entregarla, como algunos de esos genios de los que me encuentro enganchado y agradecido para la Eternidad simplemente por dármela, hacerla sentir y disfrutar al hacerlo.
Esto último es lo que le ocurre a Popa Chubby, un tremendo bluesmen blanco que ama lo que hace, se entrega para hacerlo y te lo hace llegar a través de tus entrañas porque a él le sale del alma.
El “Kafe Antzokia” parecía el sitio adecuado para un trallazo de blues y R’n’B de hora y media con un tipo que lo tiene todo para hacer lo que le da la gana en este estilo en el que se maneja como quiere, aun siendo de las entrañas de NYC, que ya le vale, porque lo lleva tan dentro y lo ha aprendido tan bien que no hay fisuras si él no quiere que las haya. Digo que el sitio parecía el adecuado, porque la sensación de que todos los que estábamos allí, unos cien más o menos (no los conté porque estaba a otra cosa) sabíamos lo que queríamos se percibía en el ambiente, las cervezas y los caretos de viejos amantes de la Música que no se habían despistado en un chiringuito cualquiera, pero además, la disposición del lugar, sin entrada por el escenario y provocando de manera genial que los músicos atravesaran la sala entre la gente ya me parecía un detallazo para la cercanía que la Música y sobre todo esta pretende.
Popa Chubby nos dejará un día de éstos, porque es un tipo que no se cuida, que pesa unos 200 kilos y que mide casi dos metros, pero mientras siga continuará dando toneladas de clase a poco que esté con ganas, porque lo que sí cuida, y mucho es su amor por la Música.
Con la formación de trío (esa que simplemente me vuelve loco) dos pedazos de músicos secundando al maestro en la sección rítmica y un genio a las seis cuerdas, Popa se acercó al escenario saludando a todo dios, subió con mucha dificultad las escaleras y tras un saludo cuernos al aire atacó la brutal “Hey Joe”, que lo fuese o no, a mí me llegó como un homenaje a todos esos genios que además de hacerme amar los sonidos han conseguido colocar la base para que tipos como Popa Chubby hagan lo que hacen, que es mucho y bueno. El tema sonó fantástico, como todos los demás, porque el tipo sabe lo que se trae entre manos, acero caliente en seis cuerdas mágicas, y los riffs de guitarra distorsionados eran imposibles de no seguir, te llevaban donde quería, pero esos punteos, esos maravillosos solos de guitarra con una limpieza que insultaba ponían los pelos de punta.
Cada tema podía haber durado tres minutos o quince, la estructura de esta Música es así, si el artista está inspirado y con ganas hace lo que quiere, y si su culo está cubierto por dos animales de escenario como los que llevaba, él sólo tiene que perderse en los confines del Universo, porque el resto está bien cubierto.
Temas de toda la vida, blues de Chicago, Hendrix, cosecha propia y un par de baladones para llevarte al infinito, un concierto sin excesos, sin nada más que no fuera Música, porque el local es para eso, con la voz de Popa Chubby cálida y envolvente, enganchando uno tras otro los temas casi sin pausa, y en las pocas que hubo más saludos con cuernos al aire, hasta llegar a los últimos quince minutos de homenaje a sus dos acompañantes con sendos solos de auténticos maestros. Para la anécdota queda que en mitad del solo de bajo él se pusiera a la batería, cumpliendo bien, aunque lo suyo son las seis cuerdas, y así arropar la brutal exhibición de ritmo de su músico; después solo de batería compartido y un bis tras limpiarse el sudor cuarenta veces y beberse otros doscientos litros de agua, que le caben ¡vaya si le caben!
No necesita más y a los que amamos la Música tampoco nos importa, quizás eché en falta más bises y un concierto más largo, pero no está para eso, sus 200 kilos de carne no dan para más, a partir del tercer tema el concierto lo da sentado y resopla como una ballena pidiendo aire, así es que eso es lo que hay.
Después otro paseo entre el público y un poco más tarde fotos y firmas en un rincón del local, sentado, por supuesto, cuando aún resonaban los ecos de los blues calientes y eléctricos que salían de esas seis cuerdas de una “Stratocaster” que parecía un violín apoyada en su corpachón, casi cubierta por dos pechos que para sí quisieran muchas.
Gracias Popa, por esos 90 minutos de blues, muchos y bueno, unos doscientos kilogramos de delicatesen clásica y maravillosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario