viernes, 19 de julio de 2013

Esa Gente De Oriente


Los tópicos son para romperlos, a pesar de existir y seguir unos cánones que por establecidos casi son creencia, pero ni todo es blanco, ni negro ni... porque las variedades de colores son muchas y lo que hago normalmente es vivir y aprender de lo que me rodea, sabiendo que en eso no hay más que lo que se masca porque lo que te cuenten o te digan depende de cómo les haya ido a cada uno.
El país del Sol Naciente está lleno, pero que muy lleno de personas que laboran mucho, se mueven mucho y se juntan mucho en espacios que a veces parecen imposibles, tienen ojos rasgados y son de estatura más bien baja, una media de edad que es de alucinar y... así hasta el infinito y todo esto es verdad, a partir de aquí lo que cada uno viva si quiere vivirlo. Todo esto en Tokyo se magnifica, se multiplica exponencialmente y simplemente no tiene final.

No es fácil acomodarse a un estilo de vida en otra cultura a 12.000 kilómetros de tu entorno, ni por placer, ni vacaciones ni lo que sea, es demasiada distancia para saltarse a la torera siglos y siglos de costumbres grabadas a fuego, forma de vida más o menos continuada y sobre todo una mentalidad de ser y hacer lo que quieran por su capacidad que abruma.
No me he sentido extraño entre tanta gente porque iba a relajarme y disfrutar, mi mente estaba exclusivamente a dejarse empapar por todo lo que pudiera aprender y así es más fácil, pero el cambio radical en todo, desde el trato, la mirada, la sonrisa o el semáforo que va y viene (por citar algo de lo cotidiano) convierte un viaje de este tipo en una experiencia hipnótica que si es buena te marca y si no te destroza y arranca la piel a tiras.

Sentirse perdido en Tokyo es fácil, el idioma (eso de que controlan el inglés... ni lo necesitan ni les hace falta porque son 130 millones hablando japonés y los amos en el mundo económico) te apabulla, los letreros no te dicen nada y marcar sólo las calles principales con letras "entendibles" no ayuda en ciudades que son un mundo dentro del universo, pero si hablamos de Tokyo todo esto es ¡¡¡Booom!!!
Los japoneses son amables y lo demuestran, sonríen con facilidad y procuran ser cordiales, les sobra la educación y van sobrados en el trato de masas, nadie aprieta y salta por encima de nadie, no corren para llegar antes que otro, lo hacen para llegar. Su sentido de la cortesía es un tratado de educación escrito a fuego (hasta los sin techo de Tokyo sonríen si te miran) y guardan su espacio como el tuyo, a pesar de tener en ocasiones que respirar el aliento del otro por narices, pero saben que es así y lo evitan haciendo que todo fluya, porque en Tokyo fluye el tráfico, la gente, los trenes, las bicicletas y los perros, todo va en orden y no se atropellan ni (y esto es de alucinar) te atropellan aunque tus ojos no sean rasgados.

Tendrán sus miserias como todo dios, de eso no se libra nadie, hay cosas que no quiero porque no me van, pero sentirme respetado es algo que he demandado siempre y me parece alucinante haberlo hallado de manera natural en el otro lado del mundo, ajeno a lo que debe ser y hace mucho tiempo que se perdió donde vivo.
El sentido de buscar lo ajeno no existe, se sienten ciudadanos y ejercen de ello porque todo está montado hacia el ciudadano, el de a pié, el que trabaja cada día un mogollón de horas y luego se toma su cerveza o su sake antes de volver a casa en uno de los inmensos trenes que no dejan de circular, todo va en esa dirección y nadie pretende que sea de otra manera, por eso sonríen en el trabajo (yo hace décadas que no soy capaz salvo que me salga la retranca y me cague en todo hijo de vecino) sabiendo que lo que hacen tiene sentido y merece la pena (hasta los sin techo de Tokyo sonríen si te miran)
He bebido en sus bares (y beben y se divierten ¡¡qué jooooooé!! que parece que tenemos la exclusiva de la fiesta y eso es un tópico de mierda y una mentira) les he visto pasarse de alcohol e ir pedos, apoyarse en la pared o en el de al lado y he visto costumbres que aquí son inadmisibles y allí lo normal, porque cada uno tiene lo que tiene pero la educación... eso es algo general y en eso van sobradísimos.

No es envidia, ni mala baba, ni nada de nada, realmente hay cosas que no las quiero, no podría vivir de esa manera ni estar evitando atropellarme toda la vida, pero no me costó nada terminar saludando e incluso sonriendo cuando pagaba en una tienda o pedía algo señalando con el dedo (lo de mi inglés es para llorar, pero el japonés... para partirse el culo así es que dedito al canto y se acabó) porque eso es lo que me enseñaron hace muchas décadas en el colegio y siempre me he negado a perder, aunque lo de las inclinaciones de cabeza no las pillo prefiero algo más sencillo.
Son los números uno mundiales en economía y tecnología, un país en el cual sus ciudadanos no han sentido la crisis, les arrasa un sunami y se ponen a levantar el tema todo dios y al final más cerveza o sake, pero por otros motivos.
En Tokyo hay frikis, zumbados y alucinados, modernos y geishas, un emperador y samurais a punto del hara-kiri, pijos y horteras (muy horteras, por cierto) baby dolls y rockers, monjes budistas y colegiales a punto de cometer una locura, son tan distintos como iguales, pero nadie se entromete, se duermen en cualquier sitio porque la seguridad de que nada va a pasarles es real, son muy, muy, muy asépticos y millones de ellos usan tapa bocas, tienen una industria porno brutal y el negocio de la carne es tan natural como el comer, usan paraguas trasparentes para mirar hacia arriba porque todo está en lo alto y todo sigue fluyendo, todo, todo... (y hasta los sin techo de Tokyo sonríen si te miran)


La verdad es que me divierto mucho donde estoy, cuando mis sueños y mi mente van por libre, y es curioso haberme sentido libre como hacía mucho tiempo en un lugar ajeno a todo lo que soy, lo que siento y lo que pienso, quizás la esencia de muchas cosas no sea que te lo creas porque te lo dicen, si no que que sea y así lo creas.



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