Sentí que el momento se
acercaba, mis muslos comenzaban a empaparse por la esencia que la pequeña tela ya no podía retener, y justo cuando la humedad que mis entrañas provocaban hizo
que un leve suspiro saliera de mi garganta, giró su muñeca y los dedos buscaron
directamente ese lugar que es la antesala de todo lo que el cuerpo y la carne
entrega. Sentí en ellos el ritmo de un solo de guitarra que tantas veces me había emocionado, con el que me había hecho el amor en mi soledad imaginándole dentro de mí, y ahora ese sueño era real, mi cuerpo percibía al mismo tiempo sus dedos jugando con mis entrañas y la cálida guitarra vibrando con cada nota que buscaba elevarme aún más. Era un todo dentro de mí, y mi mente la receptora de todas las emociones, físicas y sensitivas, que me estaban haciendo ser la mujer más feliz del universo.
Imperceptiblemente rocé
mi pezón izquierdo con la mano que deambulaba sobre el mantel, para colocar
instantes después los dedos sobre mis labios y mordisquearlos levemente. No tenía ganas de hablar, ni de mirar, sólo quería cerrar
los ojos e imaginar cada movimiento de sus dedos, de mi mano, de... pero esas
dos perlas brillantes me tenían embelesada, y con la mirada puesta en ellas
sentí por primera vez uno de sus dedos acariciar la tela que cubría mi sexo
húmedo y ardiente. Era el conjunto ideal que tantas veces me había poseído, cuando la Música escapaba de su cuerpo de vinilo y me absorbía con cada nota, cada temblor que provocaba al calor de la voz de alguno de mis ídolos, haciéndome suya como en estos instantes en los cuales simplemente deseaba desaparecer de todo lo que fuera terrenal y perderme en la inmensidad de lo eterno.
Mordí un poco más
fuerte mi mano, recorrí con mi lengua los dedos que evitaban que mi voz saliera
con más intensidad, y me dejé ir buscando, cuando los labios vaginales
cubrieron los primeros dedos que buscaban mis entrañas.
Era maravilloso, todas
las sensaciones se unían en un mismo lugar, el frío del champagne que rozaba mi
mano, mi saliva resbalando por la comisura de mis labios buscando llenarme, el
calor ardiente de mi sexo que palpitaba de deseo al contacto de esas yemas
suaves, el flujo haciéndome sentir... y esos ojos que me transportaban a un
lugar de ensueño donde sólo estábamos nosotros, nuestras almas y los deseos que
nos poseían. El lienzo que tantas veces había dibujado, con la Música como el pincel que se deslizaba por mi piel, estaba ocurriendo como un todo que no podía describir, porque la magia me hechizaba, y los dedos, la piel y la melodía eran un solo amante que me hac
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