sábado, 22 de febrero de 2014

Cuando Sólo Se Oye Música


Era de noche, una oleada de frío invadió mi alma, quizás la antesala de mi visita al infierno. No podía ver nada más allá de la sombra de los muebles y las paredes blancas poblando la habitación, pero quise levantarme para enfrentarme a lo desconocido.

Unos sonidos llenaron el espacio, mi cuerpo comenzó a sentir la melodía que invadía la estancia y sin apenas poder moverme las notas de los temas que me habían hecho ser a lo largo de décadas de impenitente amante de la Música comenzaron a cubrirme como una segunda piel alrededor de mi cuerpo haciéndome suyo en mente y espíritu.

No había dama oscura esperando con la guadaña mi llegada al más allá, no existían coros de ángeles ansiosos por llevarme al infinito envuelto en un manto de arpas y sonidos celestiales, no existían los rostros de los desconocidos que me empujaban hacia ninguna parte para compartir conmigo sueños e ilusiones, sólo existía la Música, mi esencia y todo lo que había sido durante una vida.

Volví a sentirme, a sentirla, a vislumbrar entre las sombras todo lo que soy, lo que me lleva, aquello que nunca podré perder porque es parte de lo que soy.

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