lunes, 29 de octubre de 2012

El Camaleón Se Transforma De Nuevo


Es evidente que un personaje tan particular, genuino y excepcional como Peter Hammill levanta controversias en su manera de entender el mundo de la Música, pero creo que alguien que ha demostrado ser un Genio con mayúsculas durante una década tanto en su faceta como componente de la VDGG como con sus trabajos en solitario merece al menos el privilegio de la duda.
Y digo esto porque últimamente se sostiene que Hammill es un caradura que hace lo que hace para ser el pre jubilado que se va de vacaciones pagadas con hora y media de trabajo en un escenario, aunque me gustaría que todos lo músicos del orbe me dieran 90 minutos de magia y alguna que otra capacidad para soñar como hizo él en ese 7 de Octubre del 2012.

Cuando uno es un genio le caben pocas opciones, y él lo sabe. Gira en solitario o con el combo de los VDGG aumentando su leyenda porque puede hacerlo, no es en absoluto una vergüenza y en calidad y clase da más de lo que muchos harán nunca a pesar de lo que digan décadas de ventas millonarias en el curriculum de muchos que son... pues eso.
Y es que la Música de Hammill, su universo sonoro es algo que no sabe de cliché, marketing y números uno en emisoras dirigidas por esos popes de la cultura que "nos enseñan" (¡¡¡por dios que miedo me dan!!!) lo que es la Música, lo que se debe escuchar y cómo hacerlo.
La Música que este tipo hace desde hace muchos años es algo al margen de todo, y si ya no es comparable a esa década de los setenta en la cual simplemente creó un mundo de fantasía a través de los sonidos, sigue teniendo calidad suficiente como para ofrecer algo muy por encima de lo que la mayoría de los mortales hace, y eso no es ninguna broma.

El concierto se desarrolló bajo la estructura que maneja desde que gira solo, una primera entrega al piano, una segunda parte con la acústica para terminar de nuevo con el piano (lo del bis ya va según le apetece)
Con un público entregado, en esta ocasión pocos despistados que no supieran a qué iban y las ganas de escuchar ese portento de voz y ese virtuoso del piano, Hammill se marcó una exhibición de una Música tan especial como bella, porque el Prog. en estado puro que ofrece es algo para estremecerse y no bajar de donde te lleva.
En un momento de lucidez mental sus manos acariciaron durante los primeros 25 minutos las teclas de un inmenso y precioso piano de cola negro que se metía en las entrañas como un cuchillo en la mantequilla, simplemente seda, con esos toques tan violentos como sutiles, casi amando las notas que salían de sus manos, porque cada nota te hacía el amor de una manera especial. La voz acompañaba en cada instante, estremecedora a veces, suave y delicada en otras, desarrollando esas historias inmensas que parecen no tener fin, esas letras que susurran, golpean, te aman o te violentan por igual.

El Prog. es una Música para que tu mente y tu conciencia decidan, y en el caso de un iluminado como éste no puedes dejar de sentir cada segundo, cada instante, porque todo te dice algo, te transmite, te hace ser... y eres parte de todo lo que suena sin ni siquiera estar dentro de la privilegiada mente de alguien como él.
La mayor sorpresa del concierto me la llevé en la segunda parte del mismo, cuando se levantó del piano, tomó sus notas y partituras (inmensos folios que portan esas historias bellísimas sin final) y se dirigió hacia la guitarra. Un año antes las seis cuerdas habían sido la excusa para sustentar una voz que se perdía en los confines de las estrellas, pero en este caso esas mismas cuerdas abrazaron la garganta y se convirtieron en el vehículo para seguir gozando con una Música excelsa, sublime.
Treinta y cinco minutos con arpegios, riff enloquecidos, suaves caricias al acero, cambios continuos y por encima de todo de nuevo esa voz que recorría el traste como si fuese parte de la mano que se encargaba de hacer que la madera creara de la nada lo que se nos daba.
Me encantó Hammill a la guitarra, quizás no es tan extremadamente visceral ni se mete en la piel como con el piano, pero cada golpe seco que rompía el silencio era un trallazo a los sentidos maravillosamente bien concebido, junto a las palabras que nos seguían contando sueños imposibles y emociones sacadas de la mente de un genio.

De nuevo se levantó, tomó sus papeles y se encaminó hacia el precioso instrumento que le esperaba a la izquierda del escenario para acabar el concierto, y aquí llegó hasta el cenit de los 90 minutos, con una delicada interpretación en tres temas que ocuparon los treinta minutos restantes, eternas canciones que nunca sabías cuando terminarían, con el silencio siendo parte del todo, el golpe final incrustándose en tu cerebro y las manos del músico dejándose caer en señal de un espacio que daba pie a lo que uno quisiera.
Sabedor de lo que da cuando interpreta, busqué la situación para poder disfrutar de sus manos, y gocé como un niño viendo cómo se fundían con ese teclado que parecía demandar cada golpe recibido para a su vez enviar a las estrellas lo que pasaba por su cuerpo de cola negro.

El eterno larguirucho delgado y muy british terminó como comenzó, con una sonrisa, un pequeño salto hacia atrás y desapareciendo del escenario como un fantasma que nunca hubiera estado allí. Un bis a la guitarra y todo se apagó con las notas aún flotando en el aire, esa sensación de increíble bienestar que deja la Música cuando se saborea hasta la médula y el regusto de haber disfrutado de algo que se encuentra al alcance de muy pocos.

Peter Hammill no es el músico que maravilló al mundo con ese mágico suceso llamado VDGG, ni el portentoso creador que durante media década entregó obras en solitario llenas de magia, pero hoy puede dar un recital de cómo entender lo inentendible si quiere, porque está muy sobrado para esto, y aún es una mente privilegiada de la que nunca sabremos todo lo que hay, porque estos genios jamás dan todo lo que pueden, son infinitos y a eso no se llega.

La Música es emoción, sentimiento, entrañas y vísceras, divertimento y agonía, es todo y puede no ser nada, pero siendo de calidad, en manos de algunos se convierte en una experiencia que puede salir de la propia realidad, y para mí Peter Hammill es un vehículo ideal para hacer ese viaje a través de los sonidos.


2 comentarios:

  1. Felicidades por esta emocionada entrada que me ha hecho temblar en cada párrafo y también por saber disfrutar de una manera tan profunda de este genio con mayúsculas.
    Ese piano y guitarra lo aman, y el también los ama a ellos, no hay mas que verlo en un escenario para comprobarlo.
    Un prodigio!
    Besos

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