jueves, 21 de abril de 2011

Ojos

Sus ojos continuaban mirándome como si quisieran entrar en el interior de mi mente. Esos ojos profundos, grandes, bellísimos, que acompañaban con una sonrisa sincera, llena de todo el interés por saber de manera natural para poder adentrarse en un mundo que sin abrumarla comenzaba a fascinarla. Cada pregunta era una ópera primera, esos primeros pasos en terreno desconocido que vas dando con el temor a tropezar pero que al mismo tiempo no puedes resistir hacer para seguir avanzando a través de los sueños, y durante unos instantes, al margen del espacio, el lugar, los otros cuerpos que charlaban, reían y disfrutaban de todos, deambulamos por los sueños, libres, como si un halo de sintonía musical nos cubriera, con cada nota acariciando los oídos y la expectante escucha de algo más penetrándonos para conocernos. Sus ojos continuaban mirándome, con ese brillo que sólo poseen las personas que realmente son, sin artificios, sin nada que ocultar, simplemente dejándose llenar por todo lo que, si uno puede, te llena el alma. Las palabras, si son dadas con sinceridad y recibidas con el deseo por conocer, nunca se las lleva el viento, y esa noche no sobró ninguna sílaba, ninguna sonrisa, ningún gesto, ni tan siquiera la lejanía de nuestros mundos. Siempre quedará el instante mágico en el cual ese brillo traspasa lo que cubre y te penetra, ese instante más allá de tópicos donde nadie es otra cosa que él mismo, tan fácil como imposible tantas veces. Existen seres, personas, gente, mujeres... 
Cuando creo que todo puede detenerse, acabo encontrando unos ojos que me indican que todo es posible, que quizás no sé encauzar lo que puedo entregar porque nunca me lo han pedido, pero el brillo que rodea la mirada sincera, el instante eterno en el que se convierte la percepción de encontrarte ante alguien especial, me lleva de nuevo a pensar que es así, que a pesar de todo, de la mediocridad en la que me veo inmerso, siempre hay posibilidades de hallarlo, de empaparse con ello, de conectar con se hilo invisible que existe cuando una persona nada normal atraviesa tu alma. No son palabras, ni tan siquiera frases hechas, fluye con la naturalidad de lo que se detecta, porque es lo que hay, lo que está, sin superfluos envoltorios que te niegan lo que realmente puedes ver.
En mi camino de impenitente perdedor de relaciones, no sé por qué aún creo en esa mirada, ese brillo, ese acto que surge de casi nada, una frase, un gesto, un movimiento, quizás no tenga nada que perder, quizás ya lo perdí hace mucho tiempo y gritar a las estrellas y que alguien te escuche siempre es bello, te hace saber que estás vivo, que hay alguien más vivo, que el alma que sustenta esos ojos, esa sonrisa, esa expresión sincera puede ser, como fue la suya, algo tan intangible como real, que merece la pena a pesar de todo.
Aún hay lugar para que las estrellas brillen, a pesar de las nubes que ocultan el cielo, a pesar del viento que no deja escuchar las palabras, a pesar de los tópicos que no nos dejan ser, a pesar, en definitiva de lo que nosotros mismos creamos, todo lo que nos ata sin dejar libre nuestras emociones, los sentimientos que surgen de lo más profundo.
Sus ojos continuaban mirándome como si quisieran entrar en el interior de mi mente, aunque ahora pienso que también buscaban mi alma. Esos ojos profundos, grandes, bellísimos, que acompañaban con una sonrisa sincera, la misma que cuando habla te hace saber que es así, sin los artificios de un color, una forma, lo que cubre nuestra piel, nuestro rostro, nuestras emociones.

1 comentario:

  1. No sé cuántas veces he podido leer esta entrada desde que se publicó. Supongo que son muchas, pero por mucho que la lea, que llegue incluso a aprenderme de memoria esas palabras tan bellas, termino con los ojos llenos de lágrimas.
    Una conexión tan maravillosa entre dos personas es algo sublime, mágico, que llega más allá de cualquier pensamiento. Ese hilo no se rompe fácilmente.
    Ciao

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