Para poder sentirnos, debemos creer que existimos.
En el centro de mi propio universo, cuando pienso que estoy en contacto con mi
alma es el instante en el que veo quién soy y no temo perder mis sentidos,
porque existo como yo mismo sé que soy.
Los sonidos que inundan mis
sentidos crean música de la nada,
esas notas entrelazadas que surgen como si la magia las hiciera aparecer de repente, esas sensaciones que se
perciben no sólo por los oídos, sino que penetran en cada poro de mi piel,
llegan hasta mis entrañas y me convierten en el privilegiado receptor de sus
mensajes infinitos.
En cada parte de lo que me rodea
percibo la música, en cada instante
que vivo me lleno de música, cada
suspiro por el que actúo me lleva a la música,
esa parte de nosotros que va más allá de lo que somos, porque nos hacemos con
ella.
Para poder sentirnos debemos creer que existimos. Y
qué mejor modo de creerlo que extendernos más allá de nuestros sueños por el
infinito de nuestras ideas, en la imaginación que nos hace parte de lo irreal,
de lo imaginario, de lo que es perfecto porque no puede tomarse. Somos por lo
que vemos, lo que tenemos, lo que tocamos, lo que nos sustenta, pero somos,
afortunadamente, en igual medida por lo que creemos, lo que soñamos, lo que
imaginamos, lo que pensamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario