martes, 23 de junio de 2020

Perspectiva III




Danzarinas sensuales cubren el espacio, el lugar donde mi mente vaga libre por senderos trazados en mi imaginación. La secuencia entre la noche y el día  no significa nada para mí, el tiempo es un aliado que me permite ir por donde quiero, hacer lo que quiero, en el momento en el que decido que mi percepción es clara sobre las cosas que me rodean.

Nunca he podido estar solo conmigo, recrear lo que durante tanto tiempo se ha convertido en la esencia de mi ser, pero ahora, por fin, me siento uno en cuerpo y alma, y mi espíritu asume la plenitud conseguida.

Es difícil comprender qué soy, quién y cómo, pero puedo precisar cada instante más allá del simple raciocinio, sin preocuparme por las vicisitudes del día a día, sin tener en cuenta las anomalías que puedan surgir por las vivencias constantes, sé que soy, que estoy, y que ahora nada puede impedirlo.

Llamé a las puertas del cielo, pero el silencio fue la respuesta. Bajé al infierno y pedí un lugar para mi alma, pero todas las almas que esperaban ser poseídas ya estaban allí. Seguí solo, y aquí me encuentro, rodeado de lo que me llena, me inunda, al ritmo de las danzas rituales que elevan mi espíritu y aplacan mi alma.

Danzarinas sensuales cubren el espacio, me uniré a ellas para saltar, brincar y emocionarme con mis propios sueños, los que sólo yo controlo, los que sólo yo recreo.

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