Danzarinas sensuales cubren el espacio, el lugar
donde mi mente vaga libre por senderos trazados en mi imaginación. La secuencia
entre la noche y el día no significa
nada para mí, el tiempo es un aliado que me permite ir por donde quiero, hacer
lo que quiero, en el momento en el que decido que mi percepción es clara sobre
las cosas que me rodean.
Nunca he podido estar solo conmigo,
recrear lo que durante tanto tiempo se ha convertido en la esencia de mi ser,
pero ahora, por fin, me siento uno en cuerpo y alma, y mi espíritu asume la
plenitud conseguida.
Es difícil comprender qué soy,
quién y cómo, pero puedo precisar cada instante más allá del simple raciocinio,
sin preocuparme por las vicisitudes del día a día, sin tener en cuenta las
anomalías que puedan surgir por las vivencias constantes, sé que soy, que
estoy, y que ahora nada puede impedirlo.
Llamé a las puertas del cielo, pero
el silencio fue la respuesta. Bajé al infierno y pedí un lugar para mi alma,
pero todas las almas que esperaban ser poseídas ya estaban allí. Seguí solo, y
aquí me encuentro, rodeado de lo que me llena, me inunda, al ritmo de las
danzas rituales que elevan mi espíritu y aplacan mi alma.
Danzarinas sensuales cubren el
espacio, me uniré a ellas para saltar, brincar y emocionarme con mis propios
sueños, los que sólo yo controlo, los que sólo yo recreo.
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