viernes, 19 de julio de 2019

Mañana


Los ojos cerrados ya no tienen sentido, no puedo escapar a la realidad, estoy sola, con mi cuerpo caliente por sus últimos abrazos, sus últimas caricias, pero sola.

Mi mano recorre las sábanas, mis piernas buscan sus muslos, pero sólo encuentro el vacío de la carne, ese hueco que nunca quise sentir a mi lado, y que ahora me aterra encontrar.

Las primeras luces de la mañana toman el relevo del amarillo que ilumina la calle cuando las farolas se convierten en mudos testigos de los encuentros, o provocan miles de sombras caprichosas que abrazan los cuerpos desnudos en la cama. El Sol vuelve para recordar que es su momento, y que los amantes que buscan la oscuridad para no ser vistos en su traición deben esconderse de nuevo.

Ya nada tiene sentido, he abierto los ojos al nuevo día y he descubierto de nuevo la soledad en mis manos, mi alma, mis entrañas. Acariciarme no me dice nada si no me preparo para la pasión que viene, si el placer solitario no es cómplice de las manos que se esperan ansiosas, no puedo gozar conmigo misma sabiendo que soñar con su cuerpo es una fantasía que nunca se hará realidad.

Aún así, los restos de las últimas horas llenan mi cuerpo, apuro la esencia que resbala por mi vientre, los últimos lamentos entregados al vacío cuando mi garganta estalló vencida por el placer supremo del orgasmo, cuando sentí resquebrajarse mis muslos lacerados por ese momento intenso que me nubla la vista y me hace salir de la realidad, aferrada al cuerpo desnudo que me posee y que poseo. Para eso sí puedo acariciarme de nuevo, para retener las últimas gotas que apuro con ansia y dejar resbalar los dedos hacia el lugar donde fuimos un sólo cuerpo.

De nuevo los rayos de luz me reclaman, no es tiempo de lamentos, no son momentos para llorar sobre las sábanas vacías, he de volver a ser yo misma y enfrentarme de nuevo a mis sombras, recorriendo las calles vacías para encontrar mi propia imagen.

Es curioso, el frío de mi alma se enfrenta a la cálida sensación del roce sobre mi piel de esos rayos que ahora, más intensos, me llevan a un estado de ingravidez absoluta. Apenas puedo reaccionar mientras mis pensamientos vagan sin control por mi mente, noto mis muslos humedecerse con los recuerdos cercanos del placer, mis dedos buscan, a pesar de todo, algo que les llene.

No quiero amarme, aún no, no creo que pudiera sentir, pero debo saber el por qué de estas reacciones que mi cuerpo me indica, sigo sintiendo mi intimidad escapar llenándome... seré, a partir de hoy, la compañera en las sombras de esas luces amarillas.





K.S.

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