domingo, 28 de abril de 2013

Nudo


Observar su rostro se convertía en un momento inspirador como pocos. No necesitaba las palabras, sabía perfectamente qué deseaba, cómo conseguir que la sonrisa apareciera para iluminar la estancia.
La suave luz de la mañana convertía los colores, del gris y negro brotaban como un mágico truco los rojos, amarillos, sepias... y con ellos ese color tan suyo que cubría la piel tersa y suave. Aún hoy pienso en esos instantes y el Sol vuelve a iluminar todo lo que acaricia, mientras seguía observando las perfectas formas apenas cubiertas por la seda de una sábana que protegía nuestros sueños e ilusiones.

Nunca intenté averiguar el por qué de su presencia junto a mí esas noches de pérdida de la inocencia y búsqueda de nuestras propias almas, nunca quise saber si era un error o el resultado de un beso dulce y sentido que lleva a buscar el cálido confort de un cuerpo entregado, nunca, porque el miedo me atenazaba por perderla, pregunté por esa mirada que me hacía ser el dueño del universo.

Miro el horizonte más allá de lo que mis ojos perciben, dejándome ir con la imaginación viva, no me disturban los pensamientos que me indican su ausencia, la sábana vacía que ahora no cubre el pudor de la piel que comienza a sentir, los rayos de luz que vuelven para buscarla y dibujar de nuevo sus formas perfectas.
Estoy solo en la habitación, pero las cuatro paredes que albergaban los instantes imposibles que imaginábamos juntos ya no están, me he liberado de la tristeza por la soledad no buscada, y ahora siento el viento empujándome hacia el exterior, animándome a seguir construyendo ese camino que haría que nos perdiésemos, lejos del mundo.


A Ella, que vuela libre, por fin

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