domingo, 15 de julio de 2018

Japón: Cuaderno De Viaje X // Buscando Eso Que Llamamos Magia I


Siempre me resulta fascinante buscar Música cuando viajamos. Es un placer que me doy cuando puedo, aunque sea un tiempo limitado, aunque no pueda dedicarle todo lo que quisiera; es una maravillosa sensación que en lugares como Japón se acrecienta, por lo que significa para ellos la Música y el soporte del vinilo.

Es cierto que en este tema algunos japoneses pierden un poco los nervios (sintiendo esa pérdida desde el punto de vista de lo que saben y controlan) y a veces la amabilidad nipona da paso a una dosis de enaltecimiento del ego que sobra bastante.

Cuando se sabe, como es el caso tras cuatro visitas al país y unas ochocientas a tiendas de discos, sólo tienes que ir a tu rollo, con la indispensable lista de incunables bajo el brazo para saltarte la dificultad del idioma, y las ganas de dedicarle el tiempo que puedas donde te parezca mejor según referencias, porque haber hay de sobra.

Me ayudó muchísimo el  reportaje sobre tiendas de discos en Kyoto encontrado en la red, un tremendo artículo de Gerard Casau titulado "Comprando discos en el país del Sol naciente", que daba muchas y buenas pistas para moverse por la ciudad de tienda en tienda, aunque como todo, son tantas las posibilidades que había que escoger.

Un curioso mapa sobre la zona donde (curiosamente también) teníamos el hotel, se convertía en una guía indispensable para tener a mano al menos unas dieciocho tiendas de música, y a pesar de llevarlo en copia en el móvil, el día de nuestra llegada, al visitar "Jet Set" me hice con uno de ellos, de modo que comenzaba bien la cosa.

Todo el núcleo principal de estas tiendas se encontraba en un entramado de calles cruzadas por los inmensos espacios de las galerías y marcadas como si fuera un límite fronterizo por las avenidas Kawaramachi-dori y Karasuma-dori, de modo que tras tomar como referencia de nuevo la tienda de "Jet Set" comenzamos el recorrido.

Me hubiera gustado estar más tiempo, como siempre, dedicar un día entero a acariciar los discos y ver pasar ante mis ojos las portadas, como siempre... pero soy consciente de que los viajes son una parte de lo que amamos y cuando de amor se trata, ir con la persona que comparte mis sueños es lo primario. Aún así, siempre puedo descargar mis deseos algunas horas en según qué ciudades, y a por ello iba, parte de una mañana y parte de la tarde.

Siguiendo el mapa de las tiendas accedí a "Happy Jack", un encantador espacio en los que te sientes como el dueño o encargado, más que nada porque con él ya no cabe más gente. Dando por hecho que los clásicos no los miro y que voy directo a buscar ciertas especies en vías de extinción, tras enseñarle la lista y comunicarme con un par de palabras en inglés que domino a la perfección (véase "Japanese Pop", y los nombres de discos que tengo grabado a fuego en la cabeza) al llegar un par de clientes más di por terminada la visita, y a otra tienda.

Por supuesto que me estaba animando, y aunque en este espacio no puedo poner todo lo que vi, al menos las que me parecieron más encantadoras y señoriales (por lo del regusto a lo clásico de siempre) al margen de pequeñas y maravillosamente añejas. Siguiendo el camino trazado, llegamos a "Poco a Poco", una tienda donde todo es lo que debe ser y no falta mucho más en el espacio que le dejan. Todos los géneros se agolpaban en pocos metros cuadrados, pero elegidos con un gusto exquisito. El Rock clásico, el Hard más puro, algún que otro llamamiento a los japoneses editados no hace mucho y por supuesto las marcas de fábrica que en Japón se venden de por vida, The Beatles, The Rolling Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd... nada que no hubiera visto antes pero el gusto por lo que siempre es. De nuevo los papeles cambiaron de mano y tras verlos, el amable encargado me sonrió de forma cómplice indicándome que no había nada que hacer.

No me desanimé y decidí que la mañana debía acabar con clase. Un par de tiendas más de vistazo sin entrar (una sólo CD's y otra abrumadoramente DJ's) y buscamos la redención en "Parallax Records" un reducido espacio atestado de discos que parecían echarse encima de uno. Brutal, tremendo el ejercicio de equilibrio para no chocar, tirar algo, evitar que te lo tiraran y sobre todo intentar hacerme entender con la lista en la mano, pero el buen rollo que me daba la tienda antes de entrar fue como un presagio. Un par de buenos discos americanos, originales y con el sello Capricorn marcado en relieve me hicieron esbozar una sonrisa cuando salí de nuevo al escenario de los callejones.

Habían sido tres horas de caricias a cartones y nos merecíamos (especialmente mi Amor que aguanta estoicamente el evento) un par de cervezas heladas, de modo que el inciso para alimentar el cuerpo estaba a punto de consumarse.

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