domingo, 27 de octubre de 2019

De Vinilos y Otras Glorias MMCXCIII

Desde el lugar donde lo prohibido comienza a tener sentido


The Mission (Gods Own Medicine) 1986


En los años ochenta la Música zozobró y mucho, y no es porque sobrara nada de nada, sino porque no se quería hacer nada de nada... bien.
La búsqueda de nuevos sonidos, producciones de mierda y la irrupción de otras formas de vender los discos llevaron a mucho mediocre a hacer lo que mejor sabían, joderla.
Es evidente que aún y con todo, se creaban cosas de mucha calidad y que en algunos casos marcaron una nueva forma de entender los sonidos, aunque no duraran demasiado.
Para mí, el Dark ha sido y será siempre una Música para hacerla bien o dejarla, porque la estructura de lo que es y sobre todo lo que quiere expresar puede llegarme hasta las entrañas o, en el caso de no valer nada, hacerme reír. 
No me gustan las modas que cambian las palabras porque sí, por eso lo que se llamó Gótico no lo considero sino una desviación de ese Hard oscuro y duro que nació a finales de los sesenta y que te quemaba las entrañas.
"Gods Own Medicine", el disco debut de The Mission, es una representación de esto que comentamos. Las nuevas tendencias hacen que el sonido que debía comerte por oscuro y trágico se quede en otra expresión, pero dentro de lo que pretenden es su mejor obra y un gran trabajo.
Oscuro, duro en los sentimientos, emocional gracias a la voz de Wayne Hussey, que parece un mesías surgido de los infiernos cuando entona, y en algunos pasajes (los que más me gustan) tenebroso.
Lo que más me molesta de este "nuevo" sonido del Dark es que la guitarra no te ahogue apretándote el cuello, pero ese es el precio del peaje de los ochenta. En conjunto los temas están bien compuestos, con momentos más que brillantes y que realmente te acercan a esa demoníaca manera de creer, un par de himnos que marcaron su carrera y especialmente (para el que suscribe) "Love Me To Death", una barbaridad que es tanto un canto a lo perdido como el alivio por la muerte y lo eterno.
Un disco que hay que saborear sabiendo lo que es, dónde te encuentras y que en el 1986 las cosas eran como eran, pero que terminas disfrutándolo desde esa ventana abierta a los infiernos y que en ocasiones da gusto abrir.
Mick Brown batería y percusión. Graig Adams bajo. Simon Hinkler guitarras. Wayne Hussey voz y guitarras.

1:  Wasteland;  Bridges burning;  Garden of delight;  Stay with me;  Let Sleeping Dogs Die
2:  Sacrilege;  Dance on glass;  And the dance goes on;  Severina;  Love Me To Death

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