viernes, 2 de noviembre de 2012

Otoño



"La vida es el refugio de los cobardes".
Sin más que añadir un viejo Amigo decidió irse de este mundo. Nunca he reprochado esas decisiones que hacen volverse estúpidos a quien se queda preguntándose por qué, nunca lo he hecho porque llegados a ese extremo no sé qué puede sentir un alma perdida, si felicidad o desasosiego para decidir acabar con todo.
Nos dejó a todos con un hueco en el estómago, incluso tuvimos conferencias para averiguar... nadie podía saberlo, ni tan siquiera el ser que se encontraba más cercano a él, no podía imaginar que aquella tarde fuese la última en su compañía.

Fue una tarde más, era otoño y el viento soplaba con fuerza, tuvimos que aumentar más de la cuenta el volumen del equipo de Música para escuchar a gusto esos temas que nos elevaban al infinito, y entre medias una cerveza, momentos de comentarios sin sentido y el por qué de querer escuchar esto y no lo otro.
No me di cuenta porque no podía hacerlo, su sonrisa era la de siempre, la satisfacción por la canción adecuada en esos instantes de felicidad con un Amigo y los chascarrillos de rigor sobre este punteo, el solo de la batería o la voz que se te mete en las entrañas. Todo era igual, todo sucedía como una tarde de tantas, y los tragos de cerveza no ocultaban la realidad de lo que fue, horas más tarde, ese adiós con las palabras justas y el rostro sereno.

Hoy me niego pensar en lo que pude hacer, esos temas eternos eran magia, pura seda deslizándote sobre tu piel al escucharlos, uno tras otro provocaban el placer de los sentidos, y enganchaban en un torbellino de sensaciones imposible de superar.
No podía atisbar que la privilegiada mente de mi Amigo hubiera urdido un rompecabezas para decirme adiós a su manera, que era también la nuestra, y sólo ahora, con el paso del tiempo y la mirada tranquila al infinito he podido comprender lo que quiso hacer.
Todos esos sonidos, las maravillosas horas que nos hicieron volver a vibrar una vez más, eran un mensaje para sentirme como yo le sentía, para darme un abrazo y besarme sin hacerlo, para cerrar una página como quería, rodeado de lo que le hacía estremecerse siempre que se daba la ocasión.
El delicado sonido de las notas susurrando en el aire fue su despedida, la sinceridad de su amor por la Música, la vida y por mí mismo, un perfecto y sutil modo de adentrarse en las entrañas de nuestros recuerdos para hacernos uno en su adiós.

He vuelto a recordar esa tarde, de nuevo con el otoño llamando en forma de viento, y de nuevo el volumen del aparato de Música es más alto de lo habitual, los viejos temas caen uno tras otro y su voz sale nítida de cada uno de ellos para decirme lo que era, lo que sería, lo que fuimos.
Siempre he sentido la Música como una emoción, me ha hecho llorar, reír, gozar y desgarrarme, pero jamás había percibido cuan dentro de mi alma se encuentra, y de qué manera es parte de mi existencia hasta que un ser excepcional, único e inolvidable me hizo ver a través de mi ser que me habla, me dice, me siente como yo a ella.

El Sol baja rápido, estamos a punto de recibir al señor invierno, los días son oscuros, cortos y melancólicos, pero yo no sé de soledad cuando ella suena, no entiendo de tristeza a pesar de llorar, puedo sentir y eso me hace ser... un poco menos cobarde en esta vida.




Suena "Stairway To Heaven"... pero eso tú ya lo sabes.

2 comentarios:

  1. De tus palabras deduzco que esa conexion que habia entre los dos no desaparecera.
    Bellisimamente emotivo.

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