domingo, 5 de julio de 2020

Mitos



Su voz desgarrada intentaba acoplarse al mágico sonido que emanaba de la guitarra. Mirándole, no sabía en qué momento se derrumbaría, cuándo dejaría de arrancarnos las entrañas con sus acordes y su garganta. El escenario se confundía con su cuerpo, eran uno, porque no podía plantearse la vida de otra manera porque no sabía, porque el aire que respiraba era los gritos de la gente, uno o cientos, que se acercaban a llorar con él, a sentir las emociones que les trasmitía.

Sus dedos doloridos por años de pasearse sobre el acero de su compañera habían encontrado unos amigos con los que compartir sus horas de vigilia, y mis manos parecían querer hacerse una con las suyas. Pero no se puede plagiar la magia, cada alma es una más allá de lo que es en el instante que se entrega.

Unos pasos de baile para entrar en calor, unos momentos íntimos para llevarnos al infinito, unos instantes únicos en los que entrelazábamos nuestras mentes… y ocurría; sentía vibrar la vieja madera de mi chica golpeándome el pecho, percibía cada toque de compás de mi maestro seguido de un segundo de éxtasis, escuchaba su voz atravesándome las entrañas, y todas las almas escondidas en nuestros viejos vinilos nos rodeaban en el escenario de nuestros sueños, donde éramos capaces de fundirnos con las estrellas.

Puesto que la Música es tu único amigo, danza en fuego como ella decida. La Música es tu único amigo, hasta el fin.

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