Mirar al frente colapsaba las neuronas, una marea de
unas 500.000 almas abarrotaba la llanura que entre montañas formaba el lugar
para el concierto. Al mirar hacia atrás nos dimos cuenta de que una gran
pantalla con el nombre del grupo surgía de la nada y encendía los ánimos de los
espectadores, como si supieran algo que nosotros desconocíamos, y al escuchar
el estruendo de la primera ovación un extraño halo de energía nos invadió y
supimos que aquella era nuestra noche, sin tener ni la más remota idea de lo
que pasaba, sólo dejándonos llevar.
En un lugar y en un tipo de música en el que la guitarra es la
diosa, descarné mi preciosa “Les Paul” hasta hacer que sus lamentos llegaran a
las almas de todos los asistentes, y en un momento en el que me sentí el amo
del universo noté cómo mi instrumento se hacía parte de mí, una prolongación de
mi cuerpo y la continuación de la inspiración que surgía de mi alma.
Estuve allí y sin embargo no lo sentí, mi espíritu
se hallaba con todos los héroes que durante años habían hecho jirones mi piel
desgarrándola con los lamentos de las cuerdas de acero, y sólo podía pensar en
homenajearlos con cada nota, cada vibración de mi cuerpo a través del acero y
la madera.
Cuando eres parte de la leyenda,
aunque sea durante un sueño, sólo
depende de ti hacerlo realidad, y en ese momento eres el amo del mundo.
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