lunes, 28 de septiembre de 2015

Libertad Mental



No podía ser un mejor momento para plantearme el por qué de la situación y reírme con ella. Iba absolutamente derrotado por un día de altas temperaturas, humedades (en el ambiente y el termómetro) rayando el 100%, mi cara no era precisamente la de un tipo que se afana por estar a gusto donde estaba y con lo que me venía encima, pero aún así ocurrió.

Una señora de aspecto apacible, con dos dientes frontales menos, piel desgarrada por los años (o el calor soportado a lo largo de ellos) una especie de vestido que mezclaba sabiamente el art deco más exquisito con lo hortera elevado a la categoría de mal gusto, y una sonrisa tan forzada que no había por donde cogerla, se acercó lo suficiente para sentir su penetrante aroma y me preguntó si deseaba (por este orden) opio, masaje, chicas.

Con la cámara de fotos entre las manos y pinta de turista fuera de enfoque, lo primero que me vino a la mente fue hacerle un primer plano para recordar el momento, pero desistí porque tras ella había algún que otro tipo con la misma pinta en cuanto a los dientes y la vestimenta pero sin sonrisa, de modo que tras intentar seguir mi camino y no poder hacerlo porque se interpuso entre los millones de transeúntes y yo, en uno de esos momentos en los cuales mi mente sale por donde quiere sin pedirme permiso, le pregunté si la oferta era con ella.

No debió entender mi spaninglis de alta escuela o lo entendió y se estremeció ante la idea (uno ya no es lo que era y los años y kilos se van notando) porque la sonrisa se transformó en mueca, la lista de ofertas varias que llevaba en la mano se le cayó al suelo y dándose la vuelta se perdió entre la muchedumbre.

Tras estos momentos de confusión seguí mi camino sin dejar de pensar en toda la escena, me llamé zumbado unas dos mil veces, sonreí por la ocurrencia y me entró un temblique algo extraño por lo que hubiera podido suceder, fuese con las sustancias opiáceas, el masaje (que no entendí de qué iba pero imaginé algo al respecto) o las chicas si mediaba en todo ello la de la sonrisa forzada y las mellas a juego.

Es lo que tiene la mente, que si uno la enseña a pensar, razonar, crear y desarrollarse, en ocasiones se lo toma por su cuenta y puede meterte en alguna que otra situación comprometida, aunque en lo que a mí respecta, me encanta que siga siendo así.

4 comentarios:

  1. Hay algo que no me gusta hacer por escrito porque me parece que queda bastante hortera, pero hoy me doy permiso:
    jajaja.
    No puedo por mucho que quiera llegar a imaginarme la escena ya que desconozco por completo el escenario, pero me habría gustado verlo.
    Sigue así, que no sé tú, pero a mí me has sacado una sonrisa.
    Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si llegas a verme en la escena, la sonrisa hubiera sido carcajada.
      Besos

      Eliminar
  2. Sabia decisión el no aceptar, puesto que ciertas ofertas pueden producir situaciones no esperadas y altamente indeseadas. El opio seguramente hubiera sido de ínfima calidad, los masajes torturantes y dañinos para ya ciertos cuerpos y las chicas... puf, viendo el ambiente y la calaña de la población hubieran creado un conflicto entre el deseo sexual y la adquisición de enfermedades íntimas desagradables.
    Es mejor dar paso a la fantasía y soñar que perdiste una ocasión dorada, tumbado en una chaise longue oriental, exhalando el humo sutil de una pipa mientras una joven y deseable concubina hace las delicias que cualquier hombre ha imaginado alguna vez. Pero nada más lejos de la realidad mi querido Agilulfo, nada más lejos.
    En fin, que habrá que conformarse con el simple hecho de que es mejor una buena imaginación que una oferta de tan baja condición.
    Así son las cosas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tener claro no aceptar lo tenía, simplemente me produjo curiosidad lo que hubiera sido, sabiendo que nunca lo hubiera aceptado. Realmente me tomo con sutil ironía esas situaciones que llevan a que la imaginación vuele y la realidad descanse, a fin de cuentas ser un soñador me permite estar donde quiero cuando se trata del placer, sea sensorial o deseado.

      Eliminar