domingo, 23 de junio de 2024



El momento sublime en el cual dejas de soñar y poco a poco te despiertas cuando no tienes prisa para nada que no sea enfrentarte al nuevo día, me llegó en uno de esos instantes en los que mi mente dejaba atrás los sueños imposibles en una noche calmada, relajada y tranquila.

Echaba de menos esa sensación, estar sin nada que esperar hasta que el amanecer me llamara, y por fin, tras demasiado tiempo de conflictos con las necesidades y obligaciones, había podido tomarme a mí mismo para ser.

El sol penetraba majestuoso por la ventana, provocando una luminosidad excepcional, haciendo que cada rincón de la habitación cobrara vida con el juego de luces al que ayudaba la cortina traviesa, que se movía delante de la ventana, abierta un poco para dejar que el calor de la época en la que nos encontráramos no fuese agobiante.

Bajé a prepararme un café y disfrutar de esos momentos que no tienen precio, cuando todo el tiempo gira alrededor de lo que haces y sabes que no importa lo que dediques a cualquier actividad, y mientras el olor inundaba mis sentidos, sentí la necesidad de que la Música me poseyera desde las primeras horas del día, para hacer que mis entrañas comenzaran a disfrutar con la esencia de lo que soy.

Al ir a disponer el equipo de Música para llenarme de gloria, un sonido perfectamente reconocible llegó a mis oídos, una pieza sublime que me envolvió como un amante que te toma para hacerte el amor desde lo más profundo.

Busqué alrededor de donde estaba pero no había nada que sugiriera que algún aparato de Música estuviera puesto, de modo que tras llenar la taza con el café recién hecho y acercarlo a mi nariz para que me inundara, comencé a pasear por la casa buscando el lugar desde el cual la Música me llamaba.

Recorrí cada rincón sin encontrar nada, pero los sonidos majestuosos de una obra única, mítica, que fue el comienzo de una aventura irrepetible de un grupo a su vez irrepetible, seguían acariciándome y llamándome para encontrarlos y disfrutar de ellos. 

Abrí la puerta y me dirigí al jardín, desde donde los sonidos parecían tender una especie de puente para llegar hasta ellos, y tras un sorbo largo y cálido de café, me acerqué hacia el viejo pozo que todavía abastecía de agua a la casa, a través del pequeño y estrecho camino de piedras de poco más de veinte metros rodeado del verde iluminado y precioso del césped.

Era maravilloso, genial, la Música me llamaba y mi cuerpo iba hacia ella como flotando, sin prisas, con mi alma deseosa pero calmada por las miles de sensaciones que me inundaban, y cuando llegué al borde del pozo, apoyado sobre la piedra y bebiendo el café que me parecía parte de todo lo que acontecía, sentí cómo la Música me hizo parte del mundo.

Asomado sobre la piedra, percibí de manera clara un halo que brillaba sin pausa, compuesto por cada nota de la obra que cada vez se escuchaba más y más, y subiendo hacia donde me encontraba, fue rodeándome y haciéndome parte de ella, de manera que mi piel y todos mis sentidos se iban fundiendo con aquella mágica sensación de ser parte de todo lo creado.

La guitarra acariciaba mi cuerpo, la sección rítmica me hacía elevar sobre el suelo, la tremenda flauta resonaba en cada rincón de mis entrañas, y los teclados me elevaban sobre el cielo llevándome en volandas hacia un lugar en el cual entraba para seguir disfrutando de lo eterno, lo mágico, lo sublime... la Música.

La puerta de la casa se abrió para que todo su interior se inundara de lo que llenaba el aire, el halo brillante con sus notas marcadas a fuego se desparramó en cada rincón, y mi cuerpo fue posado dulcemente en la silla donde habitualmente escuchaba esa Música que me hace ser, dejándome beber el néctar de esos sonidos que son parte de lo que realmente soy.


¡¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!!

 

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