Tengo miedo. O quizás
sea un temor que no puedo quitarme de la cabeza.
No ayuda esta situación
de esperanzas muertas llenas de números que significan cadáveres en una lista
interminable, llenas de la sin razón, del sentido de la nada cuando no sabes el
por qué de un final posible, probable, plasmado por la cámara de la dama negra
jactándose mientras se pasea por el universo riéndose nuevamente del ser
humano.
Temo no haber dicho
adiós como debiera, ni tener la oportunidad de hacerlo si llegara el momento.
No es por esta avalancha de negros augurios que tornan en mezquindad las mentes
de las personas, ya sabes que volví de allí y esa dama que nunca descansa no me
lo volverá a perdonar, porque sólo ella decide el cómo, el cuándo y nunca dice
el por qué.
No es por eso porque es
el azar el que quiere jugar y siempre lleva las cartas marcadas, es porque lo
cotidiano se me hacía felicidad y ahora lo cotidiano no lo tengo, ni sé si
volveré a tenerlo algún día.
Entre nosotros se han
ido difuminando las barreras, esas que siempre nos empeñamos en poner para que
no ocurra lo que puede hacernos daño; esas invisibles marcas que no señalan los
metros de distancia aconsejables, sino los compromisos que pueden herirnos,
lacerarnos al alma, llevarnos a caer de una cuerda tan floja como los
sentimientos.
Hace mucho tiempo que
no pretendo hacer el amor contigo intentando ser uno con tu cuerpo, uniéndonos
en el éxtasis físico de dos amantes entregados; hace mucho que mi amor por ti
es otra cosa, algo que sólo puede ocurrir cuando esa unión se convierte en el
eslabón espiritual al estar con una persona que te llena, te hace ser de otra
manera, provocar emociones que en el camino elegido a veces se esconden.
Tú me haces el amor con
tu mirada, con las palabras que escapan de tu boca y que sé que me buscan en
esa complicidad que nos hace ser el uno del otro en nuestro espacio, en
nuestros momentos, en las partes de nuestras almas que guardamos para ambos. Me
lo haces y lo siento en cada sonrisa, en cada ocurrencia que te hace reír, en
esas historias imposibles que nos contamos para olvidarnos de lo mundano y lo
mediocre, sabiendo que ese espacio de tiempo se lo arrebatamos a la nada, al
infinito, a lo que no puede ser y conseguimos que sea.
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