domingo, 16 de mayo de 2021

El "Corte" II

 


Espero tranquilo, y en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, es cierto que se cumple el ahora mismo te atendemos, así es que me pongo en manos (literalmente) de la chica a la que le toca, o no, que nunca se sabe, darme un lavado de cabeza para preparar el corte posterior, y comienza el espectáculo. La muchacha en cuestión, es dulce y amable, pero sin llegar a ser empalagosa, y de todas las que trabajan en la peluquería, con diferencia (creedme, con mucha diferencia, porque he “pasado” por todas) las que posee las manos más hábiles y delicadas. El lavado de cabeza supera cualquier perspectiva de lo que yo conocía hasta hace un año, porque además de enjuagarte, lavarte y enjabonarte, supone un masaje completo del cuero cabelludo que, simplemente, es una gozada sensorial. Como ya me conocía el tema, y además a la chica que me había tocado en esta ocasión, cerré los ojos tras colocarme la toalla sobre los hombros y me dejé hacer.

Esta mujer tiene una cara de placidez que ayuda a relajarse, nunca eleva el tono de voz cuando te habla, y se toma su trabajo (en lo que se ve) como una continuación de ella misma, algo calmado, tranquilo, como parte de una obra de arte, y a fe que lo consigue. La sensación de bienestar que te envuelve cuando toma la cabeza y la coloca en posición para comenzar a lavarla se transmite durante todos los instantes, y el no tener prisa, darse su tiempo, te hace sentir protagonista no de una pieza más de una cadena en un trabajo rutinario, sino de estar contigo y por ti, como si individualizara cada trato, cada lavado, cada corte. La verdad es que el interés de todas es similar, pero la mirada dulce, la cabeza caída hacia la derecha y la leve presión de sus dedos hacen de esta chica en especial una persona encantadora, aunque sólo sea porque se la ve encantada (lo esté o no) con lo que hace.

Una vez que siento sus manos sobre mis cabellos cierro los ojos y me dejo hacer, siguiendo mentalmente el movimiento por mi cabeza, en cada centímetro de lo que cubre con sus dedos. Una vez enjuagada, comienza el primer momento de placer sensorial, cuando el jabón lleva al masaje del cuero cabelludo en toda su extensión, comenzando por la nuca, siguiendo por detrás de las orejas, los laterales de la cabeza, el frontal hasta donde las raíces comienzan, de nuevo la zona occipital, y por fin una serie de recorridos magistrales por el conjunto en direcciones concéntricas hasta la coronilla, para terminar cubriendo, con las palmas abiertas, todo lo que puede abarcar.

Sigo con mis ojos cerrados, y una sensación de tranquilidad me envuelve; los músculos de mis brazos parecen gelatina, y apoyo las manos en mis muslos para no sentirlas “pesadas”, mientras el bienestar cubre todo mi cuerpo. Es increíble como la mente, tan violenta a veces (en mi caso al menos) puede llegar a ese estado de placidez sin apenas nada, simplemente con sensaciones, instantes, gestos, interpretaciones de miradas.

Tras la primera fase, vuelvo a sentir el agua sobre mi cabeza, otra sensación de bienestar más, y la frescura del líquido haciendo correr el jabón, mientras las manos van limpiando los restos con la misma delicadeza, pasando esta vez por toda la superficie y aplastando el pelo. Con mis ojos aún cerrados, unos instantes de pausa me indican que llega el segundo momento de paz, cuando la chica frota sus manos con una especie de crema o champú un poco pastoso y vuelve a deleitarse, y por ende a deleitarme, con la culminación del masaje. Este nuevo producto hace que los dedos se sientan más, como si penetraran en la piel, y es aquí donde toma toda la intensidad de la que es capaz, moviendo en círculos la piel, estirándola, “colocándola”, desde la frente hasta la nuca, por las orejas, bajo el cuello, dejando que el propio cuerpo se haga a sus movimientos…

Ahora no sólo mis brazos, sino todos los músculos que necesito para moverme están relajados, completamente calmados, y siento la pesadez de la ingravidez invadirme, mientras mi cabeza, completamente “suelta”, va hacia donde los dedos la llevan. Un cosquilleo me recorre la columna cuando el cuello es “tratado” de arriba hacia abajo, y mantengo ese sentimiento de estar fuera del alcance de lo físico, aunque note luces, escuche voces y sienta la música de la radio sonar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario