sábado, 3 de abril de 2021

Volviendo a la realidad V

 


Así que sin dilación ni remilgos puso manos a la obra. Desde el centro del círculo levantó los brazos tan alto como le permitió la estrechez de su ropa. Sus ojos interrogaron al cielo inmensamente azul marino.

ARRABULA MOJAMA ETOMBA YURUE EST DESENFRENO, gritó Asrán.

El cielo permaneció inmutable.

Me miró unos segundos. ARRABULA MOJAMA ETOMBA YURUE JALEA DESENFRENO, corrigió Asrán.

Pero el cielo, impertérrito, ni pestañeó un solo instante.

ARRABULA MOJAMA ETOMBA YURUE JALEA ETOMBA

ETOMBA, repitió Asrán, preso de excitación. ETOMBA sea, dijo cerrando los puños y mostrándome sus huesudos antebrazos llenos de arena. ETOMBA YURUE ¿dónde estáis?, ¿Queréis tomarme el pelo? ¿estáis sordas?, el chino me dijo que las tratase con dureza, que eran malévolas e indisciplinadas. Os vais a enterar...

Os llamo y os ordeno que vengáis; gritó desgañitándose.

Ahora mismo, concluyó arrogante...

El día se oscureció de pronto, tan bruscamente como la inteligencia y la serenidad desaparecen del hombre violento.

En los horizontes, porque era en todos los horizontes imaginables, comenzó a condensarse aquél maravilloso vapor que hace presagiar una lluvia inminente. Las nubes venían ahora a la carrera, como si tuvieran prisa por descargar el agua sobre nosotros, empezaron a adoptar formas de hombre, de mujer, de demonio, de sapo, y saltaban, y saltaban...No hacía falta que se uniesen para descargar chubascos, pero cuando se hermanaban lo hacían de una manera tan pasional, unas encima de otras, desfogadas, enloquecidas, como en una orgía irracional, jamás las vi disfrutar tanto...

Comenzó a llover. Dios bendito cómo llovía ¡nunca lo olvidaré!. Asrán reía y reía levantándolos dedos hacia aquellos gigantes que ahora marcialmente se anudaban por las caderas para comenzar a girar. ETOMBA les ordenaba con el índice a las nubes que aún no habían descargado agua y estas a regañadientes se desenganchaban del resto, y como si de un trabajo se tratara abrían los baños termales.

Pero aún hubo de ennegrecerse más el cielo. A Asrán, preso de poder, no le parecieron suficientes todas las nubes que llegaban y repitiendo el conjuro entero, invocó a las que no habían venido, a las sordas, a las despistadas, a las que estaban entregadas en otros campos; todas debían obedecer...

Me quité toda la ropa igual que lo había hecho Asrán. El asombro me había dejado tan calado como perplejo. Me bañé desnudo en aquella cascada salvaje. Asrán me abrazaba. Saltaba por encima de mí con los pellejos rojos como los cangrejos, mientras las nubes, sólo se concentraban en nosotros.

JALEA ETOMBA ETOMBA grité acompasándome a la voz de Asrán, pero aún así él lo hizo más fuerte. Le había atacado la fiebre del poder.

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