sábado, 10 de abril de 2021

Amor Salvaje II

 


La suavidad del sexo que estaba comiendo, con los carnosos labios deslizándose entre los míos se fue convirtiendo en una carne áspera, rugosa, con el penetrante olor ahora sí de animal en celo y una cantidad inmensa de vello apareciendo ante mis ojos, mejor dicho ante mi boca, porque los ojos los tenía cerrados, lo cual me hizo separarme para averiguar qué pasaba.

Me incorporé en lo que pude, con mi boca llena de... todo, y un ser mitad mujer mitad animal se presentó ante mí; con mi sexo erecto por las emociones anteriores y mi mente intentando asimilar lo que ocurría, dos manos enormes de afiladas garras me sujetaron, y tomándome como un muñeco me tumbaron haciéndome partícipe del final del proceso de transformación de lo que era una chiquilla encantadora, de preciosas formas y piel suave (salvo por el olor a perro en el sexo el resto estaba todo en su sitio y muy bien puesto) a lo que iba, la transformación en un animal de aspecto salvaje y facciones bellas (para un animal) pero de mirada penetrante y ojos inyectados en fuego. 

No sabía qué pensar, porque mi erección seguía a tope, de lo que se dio cuenta esta licántropo que con sus patas o manos (no sé qué corresponde a cada caso) comenzó a recorrer mi sexo y olerme cada centímetro de la piel, saboreando con su lengua, mucho más larga ahora, las partes más íntimas de mi anatomía.

No podía moverme, ni charlar, porque no entendía nada de lo que me decía, y tras otro aullido que casi me corta el rollo, más que nada porque al estirarse hacia la luna vi el tamaño real de mi, digamos, compañera, comenzó a trabajarme el sexo con su lengua en una felación entre maravillosa y animal, nunca mejor dicho. 

Ya no sabía si era la luna, la lengua larga, muy larga, los colmillitos de acero toledano que de vez en cuando me daban un gustirrinín y un repelús al mismo tiempo que no veas, y sobre todo la pelambre que ya ocupaba todo el animal que tenía allí al ladito (unos dos metros de animal con ojos rojos, pelambrera de primera calidad y garras afiladas) pero ni me corría, ni me bajaba la excitación, estaba en un estado extrapolado a este mundo, así es que la licántropo se iba animando, cada vez se ponía más, y como si nada, en plan muñequito de feria me tomó de nuevo, se echó boca arriba sobre la hierba y con la luna como testigo me clavó en su sexo peludo al tiempo que aullaba y rugía como una animal (bueno, como lo que era)

Por si acaso comencé a moverme, los pelos ya me molestaban menos, todo es acostumbrarse, lo que no sabía era qué hacer con las manos, porque no podía agarrar nada de aquello, así es que poniéndolas a ambos lados de su cuerpo, evitando en lo posible esos colmillos descontrolados, empecé a follarla, aunque la verdad sea dicha, creo que cada movimiento de sus caderas me levantaba un palmo del suelo y cada vez que caía me metía hasta el alma en aquél ser de leyendas y cuentos que ahora se encontraba ante mí, por lo que creo que en realidad era ella, o eso, la que me follaba a mí.

Sentía mi cuerpo dolorido, como si fuera a romperse, y en otro alarde de animal sin freno y conmigo dentro se giró y comenzó a cabalgarme hasta que descargué completamente todo lo que llevaba en mis entrañas. Al sentirlo sus ojos se volvieron blancos y mirando hacia el cielo, con la luna marcando su aliento entendí que también llegó hasta el placer más intenso que haya experimentado nunca estando con alguien o en este caso con algo.

Afortunadamente se desplomó a mi lado, porque semejante espécimen me hubiera aplastado, y los siguientes minutos, que se me hicieron eternos, los pasé observando cómo un cuerpo de animal de pesadilla se iba transformando en la preciosa y dulce mujer que había conocido el día anterior, recomponiéndose mientras se retorcía de dolor, sus huesos sonaban como si fuesen a resquebrajarse y sus ojos perdían esa sangre que los inyectaban para volver a la mirada serena y encantadora.

Estaba destrozado, como si me hubieran dado una paliza, lleno de arañazos, pelos y fluidos desconocidos para mí, mirándola absorto sin saber qué hacer, comprobando cómo la luna desaparecía entre las copas de los árboles y el corazón de ambos latía al unísono, algo que me llamó poderosamente la atención.

La campiña se presentaba preciosa, con el frescor de la mañana inundando los sentidos, y yo no sabía qué narices había pasado, aunque intentaba poner en orden mis ideas, por aquello de...

Era obvio que no podía contar nada de lo que me había pasado, así es que decidí esperar a la próxima luna llena y en esas estoy, con esta preciosa mujer, delicada y de formas perfectas, sexo rasurado y piel suave, a ver si nos podemos arañar mutuamente cuando aullemos juntos uno dentro del otro y hagamos el amor como animales (¿cómo animales?)

 

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