He olvidado tu rostro, he olvidado tu voz, hasta el roce de tu piel se ha
desvanecido en mi memoria. Sólo tu olor perdura en mi, más intenso cuanto más
te alejas en el tiempo.
Ese olor que se impregnaba
en mi piel y me hacía saber que había estado en mí, dentro de mi cuerpo, en la
memoria de la carne que te absorbía.
Sin embargo, no olvido esa melodía que nos acariciaba al calor de una mirada, la Música que surgía de la nada y nos llenaba de vida. No puedo dejar de pensar en las notas escapando de tus labios mientras me mentías con tus palabras, porque eran lo único real de todos esos instantes.
Al final, ella era, es y seguirá siendo lo único auténtico que quedó entre nosotros. Nuestra Música, ese pedazo de alma que teníamos a pesar de todo, a pesar de nosotros mismos.
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