Cuando el tiempo va cayendo
inexorable sobre nosotros, nuestras vidas y nuestros recuerdos, como losa que
intenta aplastarnos, las imágenes y palabras de quienes nos acompañaron se
hacen un hueco y surgen límpidas como el agua de un manantial manando de la
tierra, abriéndose paso entre las rocas que parecen ahogar todo intento de
aflorar a la superficie.
Hoy, a primera hora de la mañana, ha brotado la imagen de Ricardo, pequeños
retazos de las escasas conversaciones que mantuve con él de camino a casa a las
9 de la noche. Ha aflorado su imagen tímida, amigable, sincera; su figura
menuda; su discreción...
Existe en mi interior el convencimiento de que si siguiera a nuestro lado habría llegado a conocer un
poco más a esa persona excepcional que las estrellas, celosas, nos robaron.
Un beso para ti, Ricardo, y mi recuerdo.
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