domingo, 28 de septiembre de 2014

Kinji Nakamura (La Maravillosa Sonrisa De La Felicidad)


Cuando viajas a un país que se encuentra a 180º de tu cultura, tu forma de vida y sobre todo la manera de entender la existencia puede pasar cualquier cosa, encontrarte con cualquier personaje de manga, cómic o cuento surrealista y vivir momentos que no pueden esperarse y mucho menos soñarse.

En Kyoto, más concretamente en Arashiyama, un lugar mágico por ese maravilloso bosque de bambú que altera los sentidos (todos los sentidos a poco que la sensibilidad te roce) se refugia a la vista del mundo un personaje tan de cuento como real, un artista llamado Kinji Nakamura que detuvo el tiempo en ese lugar para vivir de manera...

Rodeado de árboles, bambú, vegetación, animales y los otros animales que pasean por allí con una asiduidad abrumadora (llámense turistas y aldeanos) con una pequeña silla en la cual se sienta según le coge y el tenderete en el cual expone sus creaciones, este artista cuya edad me resulta indescifrable vive regando de un arte minimalista los sentidos de aquellos que se acercan para recrearse en sus obras y adquieren (o no, porque no hay nada de obligación ¡¡vive el cielo!!) alguna como un recuerdo muy especial de un lugar ajeno al tiempo y el espacio.

El bosque de bambú es de por sí magia, la sensación de silencio aún metido en el bullicio de la gente traspasa todo lo que te rodea y se te mete dentro, los colores y los juegos que las luces y sombras provocan son como un camino por el cual se pasea sin límites, como si de pronto todo fuera o viniera al tiempo, como si no existiera un delante o detrás. Todo el entorno se convierte en dueño de lo que intuyes y lo más increíble es que en medio de esa belleza, de esa natural forma desarrollada por la Madre Naturaleza la figura y los metros que Kinji Nakamura ocupa no desentonan en absoluto, quizás porque con los años se ha hecho parte de todo lo que le da la vida y hace que viva de una manera tan llevadera que contagia su sonrisa, sus palabras y ese tono dulce y exquisito con el que se expresa.

Sus obras son pinturas sobre la Naturaleza, el bosque, el Monte Fuji, las playas y orillas de su tierra, un tratado en colores y luminosidad de lo que sus ojos han visto y vivido, pequeñas postales que en unos escasos centímetros resumen mucho de lo que demasiados libros se empeñan en contar. 
Fascinante en sus formas, exquisito en el trato es capaz de captar la atención con su sonrisa, sus gestos nada forzados y su manera de mirar a los ojos cuando habla, un personaje que ya no necesita explicar ningún por qué y que transmite esa paz y calma que demasiados necesitamos.

En lo que respecta a lo particular por la relación de media hora escasa que tuvimos con él, al oírnos hablar cambió su japonés por un castellano más que decente aprendido durante un año viviendo en Santo Domingo de la Calzada hacía 22 años, algo que reforzaba lo que de sorprendente tenía el personaje y lo que transmitía.

A veces, no muchas por desgracia, el ser humano es capaz de ponerse a la altura de las circunstancias y provocar asombro como ese bosque de bambú único, esos colores de las luces y las sombras, ese sonido del silencio rompiendo contra el aire, porque hay miradas, sonrisas, expresiones y silencios que son mucho más elocuentes que la mayoría de las cosas que nos empeñamos en buscar.





4 comentarios:

  1. En ocasiones conocer algunos lugares y ciertos personajes nos dan una lección de saber vivir la vida.
    Preciosa entrada.
    Gracias por compartir.
    Besos.
    Besos

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  2. Una experiencia maravillosa, sin duda. Para recordar y disfrutar con esos retazos que perduran en la memoria.

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    1. Gracias a personajes como este que saben VIVIR más y mejor que la mayoría.

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