Veo una criatura feroz y desenfrenada, como un incendio voraz que todo lo engulle, sin embargo extiendo hacia él mi llama para confundirme en la luz que desprende.
La oscuridad de las profundidades me guía hacia su alma llevándome a su páramo, su mundo, el lugar donde nadie habita más allá de la propia existencia.
El silencio me recoge envuelto en un aura de enigmática tristeza, todo es el vacío con el que se llenan los momentos que no podemos comprender; una tierra baldía, donde nada crece al sembrarse.
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