Lo he comentado alguna vez, pero en Tokyo, si quieres encontrar lugares que merezcan la pena para lo que sea, tienes que mirar hacia arriba. En cualquier piso de un local cualquiera que pueda instalarse, allí estará esperando una buena tienda de discos, una cervecería, el local de ropa usada más "elegante" de la prefectura, un negocio de fundas para ataúdes o lo que tu mente quiera imaginar.
Haciendo este ejercicio de miradas hacia lo alto, cuando la noche había caído sobre el barrio de Shinjuku, mis ojos se quedaron clavados en el cartel de tres viejos bluesmen que bebían en la barra de un bar, y anunciando el segundo piso, un aviso que no dejaba dudas: "Blues Bar King Biscuit".
Tras memorizar el lugar exacto y un par de paseos por el barrio, volvimos hacia el sugerente local que me daba muy buena espina, y al entrar, todas las expectativas se convirtieron en realidad, encontrándonos ante uno de esos lugares que haces tuyo sin dudarlo.
La cara de sorpresa del dueño fue curiosa, acababa de abrir y nos confesó que no se esperaba a nadie hasta un par de horas después, y menos dos occidentales irrumpiendo al son de un maravilloso Blues que arrancaba "quejíos" de una guitarra.
El local era bastante fácil de describir, sillas para unas catorce personas, todas las botellas de bourbon y whisly apelotonadas en el pequeño espacio tras la barra del bar, ocho taburetes alrededor de la misma, otras tres mesas para dos personas cada una y el espacio restante con posters de Blues en las paredes, una guitarra iluminada en un rincón y otra tenue luz para un pequeño espacio que señalaba un rincón para perderse.
La Música, Blues auténtico y puro, tanto de las primeras décadas del siglo pasado como más actual, sonaba de manera perfecta, porque el viejo tocadiscos y los altavoces estaban cuidados al máximo en la preparación del sonido, y el vinilo siempre suena bien.
Pedimos una cerveza y Arata, el dueño y creador del local, se interesó por nuestra presencia allí. Su inglés poco fluido y mi inglés inexistente hicieron que la conversación se convirtiera en transcribir mis deseos por conocer a través de mi amor, que se comunicaba con el amable japonés mientras este nos explicaba todo lo referente al local, la Música, la cerveza artesanal que nos había puesto de motu propio ("Tokyo Blues" es el nombre, brutal) e incluso nos agasajó con snacks de su tierra, del norte (es de la región de Hokkaido, en la que curiosamente habíamos estado dos semanas antes) y como la Música tiene lo que tiene, todo comenzó a fluir de manera natural.
La segunda botella de "Tokyo Blues" hizo que las relaciones musicales se estrecharan, atreviéndome a solicitar Música de grupos japoneses de Blues, algo que dejó encantado a Arata, y de ahí en adelante cada disco, cada tema, cada momento que salía por los altavoces lo comentábamos (con la maravillosa interlocutora haciéndolo posible) y el lenguaje universal que llena el alma, la Música y lo que me lleva, hizo posible el resto.
El genial Kazuo Takeda de los Blues Creation sonó con el grupo y en varios temas de discos en solitario sólo editados en Japón, maravillosos sones para mis sentidos. Clásicos de los años treinta, cuarenta y más allá se alternaban con grupos nipones de Blues carnal como West Road Blues Band, y así pasaron dos horas de auténtico delirio por el instante, la Música, y este encantador japonés que abrió las puertas de otra cosa además del bar.
En ocasiones, mirar hacia el cielo tiene estas cosas, poder encontrarte locales como King Biscuit, donde el Blues desprende su magia y todo se convierte en algo para recordar.
Fantástico lugar como para pasarse horas eternas. Debe ser toda una experiencia descubrir sitios así.
ResponderEliminarBesos.
Y si además la Música es embriagadora... lo eterno está más cerca.
EliminarBesos