La lluvia no ayudaba mucho, pero el concepto japonés de la vida para ayudar al ciudadano (más o menos como por aquí en el siglo XI) hizo que nos encontráramos en unas galerías cubiertas por décadas y décadas de historia.
Sapporo es una ciudad moderna, emergente y llena de todo lo que significa progreso y modernidad, pero guarda rincones de épocas pasadas donde el olor a rancio se te mete en los poros y te sientes trasladado en el tiempo.
Paseando por estos pasajes del pasado me encontré con el inconfundible olor del vinilo, llamándome mientras un viejo lobo de mar se afanaba en encontrar el disco que colmara esa noche de lluvia y humedad.
Ayudado por la paciencia de mi Amor y el instinto de mi mente cuando los discos se empeñan en hacerme suyo, me adentré en ese espacio para hacerme parte de él. No tenía visos de poder encontrar nada que no esperara, ni la joya de la corona ni la joya del collar de algún colgado, pero necesitaba sentir mis dedos acariciándolos de nuevo, a miles de kilómetros de donde suelo hacerlo y con otros compañeros empujándonos en los reducidos pasillos para acceder a verlos.
Con una reverencia educada y sincera me vi invitado a entrar en la tienda, un rostro octogenario que se encontraba clasificando montones de discos apilados en una pequeña mesa que a su vez servía de mostrador, y una vez allí las pituitarias comenzaron a funcionar, enviando desde mi nariz a mi cerebro todo el placer que recogían. Sabiendo que cuando estoy de viaje en lugares que requieren el tiempo para demasiadas cosas, el límite dedicado a mis viejos deseos en forma de vinilo es el que es, mis dedos comenzaron a moverse tras averiguar (e intuir en la mayoría de los letreros escritos en japonés) las secciones que me interesaban.
Una hora de sensaciones, emociones nada contenidas y sobre todo olores, el inconfundible olor del vinilo, el cartón y la Música entrándome por todos lados.
Al salir, algo de aquello quedó impregnado en mi cuerpo, como de cada tienda que dedica lo que tiene a sueños impagables, sentimientos y la vida hecha Música, porque tiendas como "Fresh Air" siguen siendo el reducto de los que pensamos que la nada es el infinito y un disco de negro vinilo, encerrado en el cartón y oliendo a Música nos da vida, o al menos mucha de la que tenemos.
La Música, un maravilloso medio para despertar los sentidos, ¿quién ha dicho que sólo se pueda escuchar?, es visual, por supuesto se puede tocar, se degusta, además como no, huele, y yo añadiría algo mas, es emotividad absoluta.
ResponderEliminarVamos, ¡pura magia!
Besos.
Sí, no hay más y nada menos. ¡¡¡Pura Magia!!!
ResponderEliminarBesos