Ya soy ligero como la brisa que me envuelve, no pueden tocarnos, no
mientras nuestras manos sigan buscándose, las almas desvaneciéndose en los
sueños y las fantasías ocupando cada espacio en el contorno de nuestras vidas.
El río cubre en su regazo los deseos más ocultos, esas mentiras que no podemos
fingir y que nos hacen estar junto al otro, queriendo saborear el flujo de vida
que corre por nuestras venas al escucharnos, encerrados en un espacio que sólo
tú y yo conocemos.
Duermo sobre espinas cuando te deseo y no te encuentro, grito a la nada
tu nombre empapado en mis historias, busco tras las esquinas tu rostro
encendido por la pasión que nos envuelve, vuelo con tu cuerpo unido al mío
hacia nuestros sueños, más allá de cualquier razón, inmerso en el imposible de
tu mirada.
A la Gatita que nunca maullará
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