Podíamos verla a pesar de no encontrarse entre nosotros. Los momentos previos a los sueños eran eso que llamábamos la verdad en forma de notas. Quizás no sabíamos qué y por qué, pero intuíamos que los deseos nos venían dados al calor de sus sentimientos.
No éramos muchos, de hecho casi nunca ocupábamos por completo aquél lugar lleno de magia que nos parecía lo más cercano a la eternidad, pero jamás nos sobró un instante de nuestras vidas abrazados a aquellas melodías, esos sonidos entrelazados que nos daban la vida.
A veces, cuando creo que la inmensidad de la vida es una gota de agua resbalando por la piel, puedo verlos abrazados a nuestros sueños, llorando de emoción cuando la guitarra rasgaba el silencio, escuchando la garganta que nos quería hacer parte de la nada, y eso estoy seguro que me acompañará hasta que mis sentidos dejen de creer.
A.R.
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